No necesito tu permiso | Xaphan Thorne |

Últimamente las cosas iban no demasiado bien. No por el hecho de que las cosas se le complicaban más de la cuenta, no. Sino porque sentía que tenía encima suyo al tío más pesado del mundo, a un plasta. No había modo de quitarse de encima a aquel que no paraba de controlarla. Estaba cansada, aunque estaba acostumbrada a ello. No podía más. Siempre siguiendo sus normas, siempre siguiendo sus consejos (cuando se le antojaba había que decir) y sobretodo... Siempre con la misma vocecilla en la cabeza negando muchas cosas de lo que el contrario decía. ¡NO LO AGUANTABA! Siempre decía que las cosas las iba a cambiar, que se desharía de él. ¿Y cuando tenía la oportunidad? Pues no hacía nada. Algo se negaba a hacerlo y se maldecía por ello. ¿Por qué costaba tanto? ¿Es que acaso estaba ligada a él? Esa persona se trataba de alguien que llevaba con ella ya mucho tiempo.

Aun así, muy en el fondo, le quería.

Justo en esos momentos como en los de ahora, que se encontraba huyendo de sus cadenas, sentía un ligero remordimiento que solo con él tenía. Las voces le susurraban que aquello daba igual, que no debía sentirse mal por lo que hacía si era lo que su corazón pedía, claro que no el corazón humano que tan poco tenía a veces. — ¡QUÍTATE DEL MEDIO! — Gritó mientras apartaba a una ciudadana cualquiera de su camino mientras corría hacia unos callejones. ¿Se preocupaba por ser así? No, lo cierto es que le daba absolutamente igual y jamás solía arrepentirse de lo que hacía. ¿Por qué? Si lo hecho, hecho estaba.

Tan solo estaba escaparse de unos tíos a los que le había robado algo, un amuleto. Si, era un amuleto antiguo del que se había enterado su existencia y no podía evitar sentirse tentada por ello, a pesar de que la metiera en un aprieto. Sabía que su grano en el culo se iba a enterar tarde o temprano que había salido sin su permiso y no tenía mucho tiempo para actuar. Aquel amuleto lo estaba siendo todo para ella. Un collar antiguo del mercado negro que necesitaba recuperar, aunque nunca fue realmente suyo.

Pudo lograr esconderse de aquellos tiparracos cuando llegó al callejón, gracias a que estaba oscuro y ella tuvo facilidad de esconderse entre unos contenedores de basura. — Imbéciles... — Susurró muy bajo que a penas fue audible, pero ella se desahogaba con ello. Estaba cansada, había estado mucho tiempo corriendo. Ya solo quedaba esperar a que se marcharan de aquella zona para poder salir del escondite y así volver a casa como si nada hubiera pasado. ¡Ojalá no se hubiera despertado! Sabía que aquello era algo difícil, aquel parecía tener como un sexto sentido o quien sabe qué. Lo que sabía es que tenía un don para fastidiarle los planes y para hacer de sus mejores momentos un fastidio. Al menos se quedaba que no era con todos.

Aquella mocosa iba a llevar al caído por la calle de la amargura. Sin duda alguna si un ángel podía morir de un infarto... él estaba a punto de comprobarlo. Nuevamente se había largado. Xaphan había ido a la habitación de la morena para... quizá... tratar de reconciliarse con ella. Unas cervezas... su película favorita y comida tailandesa. Había llamado a la puerta disculpándose... no sabía por qué, pero se estaba disculpando. Cuando no recibió respuesta por primera vez... tomó aire para armarse de paciencia y volvió a llamar dos... tres veces... con idénticos resultados. Ya enfadado había abierto la puerta con la copia de la llave que tenía y se había quedado pálido al ver que no estaba - Maldita mocosa... voy a abrirla en canal... lo juro - masculló mientras salí de aquel habitáculo y entraba al propio. Tomó una cazadora de cuero... más por estética que por necesitarla realmente, y se dirigió a la azotea.

Una vez al aire libre observó la ciudad por encima... e inconscientemente, alzó los ojos verdes al cielo no sin cierto resquemor, y es que lo que estaba a punto de hacer iba a doler como mil demonios. - Vas a estar castigada para toda tu puta existencia... - murmuró mientras tomaba aire y desplegaba sus magníficas alas.. otrora blancas y puras como las lágrimas de una virgen... ahora calcinadas, negras como la medianoche con brillos iridiscentes testigos de un pecado del cual jamás se arrepintió.  El dolor corría por su columna y acabó por instalarse en la base de su nuca... aun así sabía que pasaría tras unos minutos de intenso sufrimiento.

Cuando el dolor por fin palió, tomó carrerilla sin mirar al cielo y se precipitó al vacío, el aire golpeó sus apéndices e hizo que alzara el vuelo mientras buscaba a la muchacha. ¿Magia? No... inteligencia, mucha. Sacó su teléfono móvil y lo desbloqueó, activando el localizador on-line del móvil de la fugitiva. Siguiendo la señal GPS acabó por llegar a un dos edificios separados por un callejón, aterrizando en una de las azoteas. Miró abajo y allí la vio, agazapada tras unos contenedores... y el caído no pudo hacer otra que resoplar - ¿En serio...? - Murmuró para sí cuando un brillo llamó su atención en la entrada del callejón. Dos tipos con pistolas acababan de hacer su entrada y llamaban a la ladrona - ¿Ladrona? Oh sí... ahora sí que te la vas a cargar... - Dijo mientras saltaba detrás del callejón, aterrizando violentamente y caminó hacia la boca del mismo para sorprenderlos por detrás. Sin alas...pues la muchacha no tenía ni idea de qué era... o por qué la protegía. Inclinó la cabeza mirando a los hombres y cruzó los brazos sobre su pecho - ¿Buscáis algo? - Preguntó de forma casi inocente, como si hubiera pasado por allí de casualidad.

No estaba segura de lo que estaba pasando a fuera de su escondite, tampoco estaba segura de si lo quería saber. No tenía ganas de utilizar sus poderes, y menos aún fuerzas. Tuvo que retener su paciencia y esperar a que se cansaran de buscarla. ¿Y como lo sabría? Por el sonido de sus zapatos. Se podía escuchar claramente, puesto que no había más ruido en aquel callejón que el "toc, toc toc" de sus calzados. Si, hacían toc con el tacón. La cuestión es que también podía escuchar la conversación entre los dos que había, y no era muy agradable. Tan solo ponía las cosas más difíciles y le hacía tener ganas de levantarse para ir a destrozarles la cara, como a su querido compañero de pesadilla. Ese pesadilla del que no se podía librar, por mucho que quisiera a veces, porque otras esperaba que nunca se fuera. No entendía cómo podía haber pensado cuando lo conoció que la relación entre ambos sería tan bonita y tan lejana a como lo era ahora, que de bonita y agradable no tenía nada.

— Mierda, no puede ser. — Salió de sus labios, toda sorprendida por lo que sus ojos acababan de ver.

Ahí estaba su guardián. Había escuchado unos terceros pasos que no reconocía y esa forma de caminar era más que familiar. ¿Qué hacía ahí? ¿La había pillado? Tan solo esperaba que no. Tan solo sentía que se había metido en un buen problema de ser así. No sabía porqué estaba allí pero estaba segura que no estaba para salvar de la injusticia de Gotham. No era Batman, aunque hubiera sido algo interesante, no lo iba a negar. Total, mejor no salirse del tema. Ahora tenía que escapar de tres personas, y una de ellas era alguien bastante complicado a la hora de hacerlo. Parecía tener un sexto sentido para ello, o quien sabe. Podría tener telepatía. JA. Seguro...

Aprovechó que estaban distraídos y, con mucho sigilo, trató de salir de su escondite para irse lejos de aquel callejón con su pesadilla y dos tíos pesados de los que se podía haber librado si el pelinegro no hubiera aparecido. ¿Por qué era tan pesado? No lo entendía, parecía que se entrenaba para ello. Fuera como fuese, llegado un punto en el que se encontraba lejos de ellos, empezó a correr para alejarse de toda aquella situación, por suerte aquel día había optado por unas convers cómodas que le ayudaban a no hacer demasiado ruido al caminar.

Claro que... ¿Por donde salir de los callejones sin acaban donde estaban los otros que quería dejar atrás y no toparse con otros matones que la estuvieran buscando? Bueno, eso habrá que descubrirlo.

Seguía sin entender porqué estaba allí. ¿Por qué le había seguido? Seguramente acabara mal en aquel encuentro con esos hombres que la seguían, de los que seguía huyendo por si acaso. Sabía que de salir vivo de aquello, ella, sin duda acabaría mal. Mal por el regaño que se había ganado al saltarse muchas de las cosas qué éste le había pedido. ¿Pero quién era él para decir qué tenía o no que hacer? ¡No era su padre! Sin embargo, le seguía queriendo. Al menos una parte de ella así lo hacía. Cierto era que él es una parte importante de su vida, aunque no lo quisiera reconocer. Todo aquello lo enfrentaría aquella noche, cuando este la encontró de nuevo en un callejón sin salida. Estaba agotada de huir, ya no solo de aquellos ladrones, que seguramente se hubieran olvidado de ella, sino de él. Él era su mayor cansancio y su mayor salvación en momentos como aquellos.

Sabía bien que solo quería que no le pasara nada, pero irremediablemente siempre estaban esas peleas y enfados que denotaban el poco agrado que parecían tener el uno por el otro. Mas aquella visión cambiaría aquella noche, al menos por el momento.

— ¿Cómo y bien? — Espetó, pero el hombre seguía hablando y parecía realmente enfadado, más que otras veces. Sobretodo parecía estar muy preocupado por lo que le pudiera haber pasado. ¿Pero no la odiaba? ¿Por qué era así? Siempre le demostraba que no quería saber nada de ella, cuanto menos mejor, pero luego actuaba de otro modo. Aquello le volvía loca. — ¡Pues claro que me podrían haber matado! ¡Y A TI! — Gritó con el mismo enfado que le estaba transmitiendo el contrario. Ella también se preocupaba por él, por eso la mayoría de las cosas las hacía a espaldas del mismo. —¿¡Por qué viniste!? ¡Estás loco! ¿Sabes lo que hiciste tu también? — El enfado ya era algo mutuo, y es que no toleraba que se metiera en sus asuntos y menos aun que estos metieran en problemas al hombre.

Entonces dijo una frase, de tal modo, que en le hizo sentir apenada por lo que hizo. Que no arrepentida. No le gustaba causar esa sensación en él, pero debía entender que esa era su naturaleza. Meterse en problemas. — Argh, por favor. No digas esas tonterías. — Dijo asqueada por aquella idea. — Está claro que te odio, igual que tú me odias. —Aunque aquello no era del todo cierto, no todo era odio y no un odio propiamente dicho. — Me seguían porque les cogí esto. — Le mostró el amuleto que mostraba ser de oro, con pequeñas gemas preciosas en el mismo. Tenía forma de ojo de Horus, la cadena era del mismo color que el colgante. — Nadie conoce de su existencia, pocos lo hacen. Se trata de un amuleto que puede dar a descubrir muchas cosas de Egipto. El amuleto era muy importante para mí, para mis raíces. — Explicó, un poco más calmada mientras se masajeaba la cabeza. — ¿Por qué me seguiste? ¿Sabes el ataque al corazón que me hubieras dado si te mataban por mi culpa? — Entonces fue ella quien se cruzó de brazos y le dio la espalda a él, para evitar el contacto visual con él y no sentirse superada.