I should have known better than to cheat Death — {Wendy A. Hyaena}

Before

En una habitación de motel, en algún lugar de New York...

Tenía la leve sensación de que acabaría muerta. si habría mi boca para responder terminaría muerta. Si no lo hacía también. Incluso la mínima expresión podría hacerme acabar muerta. Era gracioso, porque los últimos años de mi vida se podían resumir a jugar con la muerte y sin embargo nunca estaba completamente lista para irme. La extensa galería de cicatrices por todo mi cuerpo eran muestra fiel de aquello. Justo en ese momento, mirando a los ojos de esa bonita máscara que ocultaba la verdadera identidad del ser con quien estaba tratando, me debatía entre dejarme ir realmente o dar otro intento.

—Sigo pensando que no deberías haberme tomado esas fotos. Vaya a saber qué oscuro maleficio tendrá esa camarita tuya. Probablemente despierte con un miembro de más, o dos cabezas. Tal vez pierda mi sensual acento. Eso sí que sería un problema —mascullé al fin, bromeando de muy mala gana mientras rotaba apenas mis muñecas, tratando de hacer caso omiso al dolor que me producía el cable fuertemente atado. Unas esposas improvisadas para una prisión improvisada, contra la cabecera de la cama. Supuse que me merecía el trato; yo tampoco estaba siendo tan encantadora, ni en ese momento, ni al principio de esa larga noche.

El demonio con rostro de ángel sonrió, con sus ojos brillando de una forma que sugerían lástima, y una muy fingida. Ker no sentía nada por nadie. Hasta me atrevía a pensar que ni siquiera por ella. El silencio se estiró hasta que sólo podía escuchar nuestras respiraciones. Ker continuaba mirándome con la quietud de una estatua. La única expresión que delataba su pose eran, nuevamente, sus ojos. Yo podía ver a través de ellos, pero no tan claramente como me hubiese gustado. Había algo allí, muy en el fondo de su calculadora mente. Una decisión que debía tomarse.

Soplando sobre mi nariz para apartar un mechón de pelo que obstruia mi visión, me permití rememorar toda esa semana.
No acostumbraba aceptar trabajos que involucrara cazar humanos. Pero a veces nuestra propia raza solia comportarse peor que un demonio. Además de que la paga era buena y de que tenía cierto presentimiento con respecto a esta presa.

Al principio se trató de una simple misión de reconocimiento, no requeriría de más que un acercamiento casual para destruir la evidencia.
No me había costado encontrarla, menos seguirle el paso. Había sido cuidadosa. Claro que sí. Sólo di un paso en falso, creída de que mi cubierta sería buena. Pero no lo había sido.

—Me enviaron a encargarme de unas fotos. No tenía idea de qué eras hasta que te tuve frente a frente. Debo reconocer que tu disfraz es muy bueno. Casi que me convences. Hasta que te escuché hablar en tu idioma, probablemente un insulto muy colorido hacia mi persona. Y luego estaba tu esencia. Ni el perfume más caro podría cubrir la peste de azufre que tienes encima.

Al menos así me habían entrenado. Mis sentidos estaban más agudizados ante la presencia paranormal. Y esa rubia fue como un gran cartel de luces de neón con patas. El barullo de la ciudad no me había ayudado en mi rastreo. Bastó que me sorprendiera para darle cuenta de con quien estaba tratando. Sin duda alguna la vida estaba llena de sorpresas.

Le lancé mi sonrisa más seductora. No la tocaría ni por todo el oro del mundo, pero ella quería jugar y yo también. Podría soportar dolor, no tenía miedo a sus intenciones, sin olvidar mencionar que parecía estar considerando si matarme para deshacerse de mi cuerpo o hacer la vista gorda y devorarme en tiempo récord.

Los labios de su perfecto recipiente crearon una pequeña curva hacia arriba y luego los separó para humedecerlos con su lengua. La visión habría deshecho a cualquiera, más en mi caso en particular me hizo sentir en peligro. Definitivamente la segunda opción.

—Vaya, que mente sucia la tuya. Ya me tienes aquí atada, así que llevas la ventaja —moví mis manos y pies, estos ultimos libres y la mire, abriendo ligeramente mis piernas— A que no te atreves...

Seguramente no se atrevería, la repulsión era tal que se mantenía a cómoda distancia mientras se deslizaba de un lado para otro, indecisa entre el hambre y la ira. El trabajo sería doble, tener que provocarla para que eliminara el espacio entre ambas y encima obligarme a mantenerme quieta porque la adrenalina comenzaba a hacerse notar en todo mi cuerpo.

Now...

Era una noche estupenda para nadar. Pocas veces Victoria se había pasado por ese lugar, aunque nunca se había quedado a disfrutar de la inmensa piscina que, por la hora a la que generalmente deambulaba por el hotel, ni vivos ni muertos se encontraban por allí. Así que en esa oportunidad la cazadora llegó, se quedó y cuando quiso acordar ya se había quedado descalza y con los pantalones remangados hasta la rodilla con tal de no mojarselos al momento de sumergir sus pies en el agua. Era una sensación casi angelical. Perfecta temperatura.

Luego de unos buenos 20min, Hawk ya estaba considerando si meterse en ropa interior; de todos modos era estilo deportiva y negra, nada revelador ni que fuese a llamar la atención. Mordió su labio y realmente lo consideró. No había nada de malo con la idea, sólo le inquietaba distraerse de forma tal que algo la agarrase desprevenida. 
Al final de encogió de hombros y comenzó a desvestirse, dejando su ropa a una cuidada distancia para no mojarla por accidente. Y acto seguido, se echó al agua en un perfecto clavado, sin salpicar siquiera.