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IT IS OUR DESTINY
Ambientación
Año 2044. BELFAST
1972. Estalla la sociedad.
Se podría decir que todo empezó el Julio de 1972, tras el estallido de las veintidós bombas en el interior y alrededores de la norteña ciudad por parte del IRA Provisional, las que como consecuencia, acabaron con la vida de nueve personas, entre ellas dos agentes de la ley, e hiriendo a otras ciento treinta. Aunque, a decir verdad, aquello no fue más que el detonante de una situación social que, en los años posteriores y tras varios enfrentamientos entre las fuerzas que abogaban por la lealtad a Reino Unido y quiénes por el contrario se postulaban a favor de una Irlanda unificada, se vio magnificada.
1979. Los suburbios se organizan.
Desde aquél entonces, las revueltas en las calles fueron más comunes, incluso llegando a formarse lo que en ese momento, eran conocidos como grupos organizados y revolucionarios, compuestos por habitantes de la ciudad, cada cuál defendiendo sus ideales.
La mayoría de los que conformaban aquellas fuerzas ilegales, procedían de los suburbios. Gente sin hogares o sin recursos, olvidados de la sociedad, que según contaban las leyendas urbanas, fueron financiados desde las sombras por grupos mayoritarios que no querían ver sus siglas en los periódicos, ni sus manos manchadas al llegar la noche.
1994. Mirando al exterior, olvidando el interior.
Hasta el noventa y cuatro, se llevaron a cabo esporádicos enfrentamientos entre ambas fuerzas en Belfast. Aunque el cese al fuego entre ambos bandos parecía haber calmado las aguas, no era más que una pantomima que vendían hacia el exterior. Querían aparentar una paz fingida, una estabilidad no conseguida, mientras la cruda realidad, era muy distinta: los ricos tenían más, y los pobres, mucho menos.
1997. Un líder, una organización.
Pese a que los tres años anteriores habían sido una anarquía total en los barrios más alejados de la urbe (allí dónde la policía ni tan siquiera se atrevía a adentrarse, con constantes enfrentamientos violentos, con un índice de vandalismo por las nubes e incluso alguna que otra muerte, y pese a que el periodo de cambio fue tan difícil como lento) la unificación llegó.
Las pequeñas pandillas callejeras (aquellos grupos que respondían única y exclusivamente a sus reglas) se vieron unificados bajo un mismo liderazgo, bajo un mismo nombre.
Allí, en aquellas calles marginales, nacieron los Day Trotters, con un joven, Adam Swan a la cabeza, haciendo cumplir unas normas, persiguiendo unos ideales. Ampliando sus miras, enfocando aquella violencia e ira contenida hacia aquellos quienes vivían tranquilamente disfrutando de una posición económico-social que ellos jamás podrían lograr.
En aquél entonces, dejaron de pelear entre ellos, para combatir unidos.
1998. Leyenda urbana.
Poco tardaron en hacerse un nombre, en hacerse notar. En ser temidos.
La fama de la banda y sus miembros se extendió a lo largo y ancho de la ciudad. Si antaño la policía no se atrevía a entrar en los suburbios, ahora ni siquiera se atrevían a detenerlos. Ver una de aquellas prendas identificativas, uno de aquellos parches en la espalda, era sinónimo de problemas.
La gente huía, los comercios cerraban. Se hacían con lo que querían, no conocían límite alguno. Si era necesaria la violencia, se empleaba. Si era necesario hacer estallar un coche, quemar unos contenedores para interrumpir el paso en plenas calles centrales, se hacía. Ya no era su barrio, era su ciudad.
1999. Secesión, traición.
Unificar tanto ego e ideales en un mismo grupo fue una bomba de relojería. Se sabía desde el inicio, pero se hizo caso omiso. Era lo que se tenía que hacer, y se hizo. Ya llegarán las consecuencias, se dijo. Y más pronto que tarde, llegaron.
Los conflictos internos comenzaron a resultar notorios y evidentes de nuevo. Había desacuerdos en los caminos a tomar para lograr el fin, en las financiaciones a aceptar para la causa.
Mientras que un Adam Swan, algo más crecido ya, empezaba a plantearse la posibilidad de romper lazos con cierto grupo paramilitar que había venido subvencionando la revolución en las calles, había quienes no querían renunciar a aquello: al dinero fácil, a los recursos.
2000. Momento de elegir.
Aquellos denominados internamente como “perros rabiosos”, fueron el grupo pionero en separarse de la banda original, dejando atrás el parche y las siglas de los Day Trotters, formando así los Night Creepers.
Varios los siguieron, y otros tantos no. Lo que más tarde se supo fue el hecho de que, el propio benefactor, los incitó a la separación. Manteniendo las financiaciones de igual manera, el prestigio y los recursos. Se podría decir que fue una jugada iniciada en el propio IRA, buscando mermar una fama y unos números que empezaban a hacerles sombra, a dejar sus actos del pasado en meras anécdotas que recordar.
2002. Dos bandas, una ciudad.
Con sendos grupos establecidos en Belfast, iniciaron de nuevo las disputas. Querían territorio, superioridad. Y aquello se notaba, ya no sólo en los barrios como antaño, sino en toda la ciudad. Los índices de vandalismo volvieron a aumentar, así como los índice de violencia y delitos cometidos por número de habitantes y metros cuadrados, convirtiéndose en una de las ciudades con mayores tasas. Se palpaba la tensión, se respiraba en un ambiente de miedo.
Tras meses de aquella situación insostenible, se firmó el Pacto de Belfast. Un acuerdo entre bandas, basado en las Leyes Originales, que sentenciaba el inicio de una época de paz.
2010. La caída de un líder.
El alto al fuego duró ocho años. Demasiado. Incluso, Más de lo esperado. Y se rompió de la peor manera posible.
La voz se corría por las calles casi más de lo que el propio viento podía abarcar, a una velocidad endiablada, llegando la noticia hasta cada resquicio irlandés: Adam Swan, líder de los Day Trotters, había sido asesinado.
Aquello desató la alarma, los conflictos y las batallas volvieron. Unos reclamaban justicia, señalando culpables que afirmaban no serlo, los otros se negaban a cargar unas culpas que no eran suyas y peleaban por orgullo, por su nombre. Sin embardo, la realidad era otra muy distinta y tardaría años en salir a la luz.
2011. El alzamiento de dos.
Con la muerte del primer líder, el apodado como “Rey”, se alzaron dos. Uno por cada banda: de la primera en formarse, asumió el mando la hermana menor de Adam: Allie N. Swan; por el otro, Hunter, el principal acusado de la muerte, quien abandonaba a unos Day Trotters enfurecidos y aterrizaba directamente en el punto más alto de los Night Creepers, quienes le otorgaban tal posición con la mera intención de enfurecer a sus enemigos mostrándoles su apoyo incondicional.
2015. Rompiendo con el pasado.
Corría una noche de cielo cerrado en Belfast, Irlanda. Allá por dos mil quince, sobre el mes de Diciembre, cuándo el encuentro, tuvo lugar. Un encuentro que cambiaría la senda de muchos, todo cuánto la mayoría había conocido hasta entonces.
Tres figuras en penumbra y una habitación mugrienta; de paredes empapeladas cayéndose a jirones, con vistas a los suburbios. A aquellas calles descontroladas desde años atrás. A aquellas calles, sobre las que se hacía referencia en la conversación.
-Recuerdo, como si de ahora mismo fuera, el día que encontré al príncipe del barrio, a quién años después, convertí en el rey. -comentó una de las figuras, con la mirada perdida al exterior a través de aquella persiana de lamas metálicas con más polvo y óxido que energía en la voz de quién hablaba. - Tenía un algo, un qué, que nunca supe descifrar, pero que lo convertía en un líder nato. La gente lo escuchaba, los muchachos más frustrados veían en él alguien en quién creer. Alguien a quién seguir. - prosiguió hasta voltear con la última de aquellas palabras, tomando el botellín de cerveza de la mesa contigua a la ventana para dar un ligero trago que aclarara aquella garganta reseca, antes de continuar.
Estaba más que claro a quién se refería. Adam, fue su nombre. El sucesor que consiguió unificar las pandillas de los suburbios de la capital irlandesa en una sola banda, bajo unas leyes, bajo unas normas. Perseguían un ideal, querían un fin. No era una revolución sin sentido, por aburrimiento. Querían alzarse, reclamar lo suyo, sus derechos. Aunque aquello, se desvirtuó con los años.
-Los primeros meses fueron difíciles. Las batallas internas eran casi diarias por culpa de lo sucedido años atrás. Si los miembros de un grupo conseguían o reclamaban algo, los que fueran sus enemigos, también lo querían. Costó poner paz, que pensaran como una unidad y no pensaran en sus intereses particulares o siguieran peleándose por dos metros cuadrados de suelo. -Relataba aquella voz agotada, como perteneciente a una persona entrada en años. -Pero él lo consiguió. Logró -pausó por culpa de una tos ronca repentina-, perdón -dijo antes de proseguir-. Logró, que acabaran viéndose como iguales, luchando por lo mismo. Daba igual si eran irlandeses de nacimiento o si habían venido de fuera buscando una vida mejor, acabaron tratándose como iguales. Ya no se peleaban por la nacionalidad, el color de piel, o quién la tenía más grande. Peleaban juntos, contra la autoridad. Haciéndose notar, haciendo saber al país que los suburbios seguían vivos y también querían su tajada económica al igual que todos habían conseguido gracias a aquella estabilidad que logró una rápida recuperación y de la se les había excluido.
-Eso ya lo sabemos, conocemos la historia de las calles y las bandas. Lo que queremos saber, es por qué -pronunció una voz femenina, reclamando una explicación que no acababa de hallar en sus palabras-. Por qué lo vendiste -puntualizó con rabia contenida, con un rechinar de dientes de fondo, mientras se podía apreciar cómo la tercera figura -que todavía se había mantenido en silencio- giraba la cabeza hacia ella.
-En cierto modo, me recuerdas a él. Tan directa, tan guerrillera. -comentó con la sombra de su cuerpo en dirección hacia aquella figura a la que se refería- Esa conversación fue peor que la traición a un ser querido. Era como un hijo para mi, yo lo hice rey. Y sin embargo, fui yo quién era incapaz de mirarlo a la cara mientras hablábamos. Sabía lo que iba a suceder después -pausó unos instantes-. Él, también -dirigió la mirada hacia el suelo un instante, y retomó su visión al exterior-. Aunque de eso, me di cuenta tarde. En su último aliento. Cuándo susurró revolución -comentó con la mirada perdida.
Entonces, sucedió. La tercera figura en discordia hizo un gesto afirmativo con la cabeza hacia la identificada como fémina, a quién pudo verse, gracias a la tenue luz del alumbrado público que entraba desde el exterior, sacar un arma y apuntar con ella a quién continuaba junto a la ventana. Aunque a decir verdad, parecía esperarlo, pues no tardó en voltear. Tal vez al escuchar el ruido metálico del seguro del arma desactivándose.
-Los tres sabíamos que ésto iba a acabar así. Tenías la necesidad de saberlo de mis propias palabras, de las palabras del intocable en los barrios, aquél que creó y destruyó a tu hermano -presumió envalentonado, creciéndose-. Acabad lo que habéis venido a hacer, ahora que sabéis la verdad. Adelante, ¡dispara! -voceó, retumbando su voz en el resto de la vivienda, para luego dejar paso al eco de un disparo seco, certero, con una estela de cristales rotos.
2016. Anarquía, descontrol.
Varios meses han pasado desde entonces, desde el momento en que, el que fuera conocido como el “Jefe”, murió a manos de un pacto entre líderes, rompiendo así con todo el pasado, reescribiendo la historia con sangre sobre el asfalto de la ciudad.
Varios meses han pasado, y la situación, ha empeorado de sobremanera. Ya no se lucha por un ideal, no. Aquello se ha desvirtuado. Ahora se lucha por todo, y a la vez por nada. Desde una acera de una calle fronteriza entre territorios, hasta por un negocio ilegal. El derramamiento de sangre está a la orden del día, la violencia igual. Los habitantes de Belfast viven intranquilos, sintiéndose objetivos del fuego cruzado a todas horas, mientras sigue habiendo alguien, que se enriquece y controla la ciudad con todo aquello, buscando lo mismo que desde el inicio, aunque sin mancharse las manos desde hace años, sin que sus siglas aparezcan en las noticias o se les pueda acusar. Se han vuelto hábiles, inteligentes, cautelosos. Sus armas ya no son pistolas, bombas o guerrillas. Ahora son los Trotters y los Creepers, y aún enfrentándolos, siguen manteniendo su control.
1972. Estalla la sociedad.
Se podría decir que todo empezó el Julio de 1972, tras el estallido de las veintidós bombas en el interior y alrededores de la norteña ciudad por parte del IRA Provisional, las que como consecuencia, acabaron con la vida de nueve personas, entre ellas dos agentes de la ley, e hiriendo a otras ciento treinta. Aunque, a decir verdad, aquello no fue más que el detonante de una situación social que, en los años posteriores y tras varios enfrentamientos entre las fuerzas que abogaban por la lealtad a Reino Unido y quiénes por el contrario se postulaban a favor de una Irlanda unificada, se vio magnificada.
1979. Los suburbios se organizan.
Desde aquél entonces, las revueltas en las calles fueron más comunes, incluso llegando a formarse lo que en ese momento, eran conocidos como grupos organizados y revolucionarios, compuestos por habitantes de la ciudad, cada cuál defendiendo sus ideales.
La mayoría de los que conformaban aquellas fuerzas ilegales, procedían de los suburbios. Gente sin hogares o sin recursos, olvidados de la sociedad, que según contaban las leyendas urbanas, fueron financiados desde las sombras por grupos mayoritarios que no querían ver sus siglas en los periódicos, ni sus manos manchadas al llegar la noche.
1994. Mirando al exterior, olvidando el interior.
Hasta el noventa y cuatro, se llevaron a cabo esporádicos enfrentamientos entre ambas fuerzas en Belfast. Aunque el cese al fuego entre ambos bandos parecía haber calmado las aguas, no era más que una pantomima que vendían hacia el exterior. Querían aparentar una paz fingida, una estabilidad no conseguida, mientras la cruda realidad, era muy distinta: los ricos tenían más, y los pobres, mucho menos.
1997. Un líder, una organización.
Pese a que los tres años anteriores habían sido una anarquía total en los barrios más alejados de la urbe (allí dónde la policía ni tan siquiera se atrevía a adentrarse, con constantes enfrentamientos violentos, con un índice de vandalismo por las nubes e incluso alguna que otra muerte, y pese a que el periodo de cambio fue tan difícil como lento) la unificación llegó.
Las pequeñas pandillas callejeras (aquellos grupos que respondían única y exclusivamente a sus reglas) se vieron unificados bajo un mismo liderazgo, bajo un mismo nombre.
Allí, en aquellas calles marginales, nacieron los Day Trotters, con un joven, Adam Swan a la cabeza, haciendo cumplir unas normas, persiguiendo unos ideales. Ampliando sus miras, enfocando aquella violencia e ira contenida hacia aquellos quienes vivían tranquilamente disfrutando de una posición económico-social que ellos jamás podrían lograr.
En aquél entonces, dejaron de pelear entre ellos, para combatir unidos.
1998. Leyenda urbana.
Poco tardaron en hacerse un nombre, en hacerse notar. En ser temidos.
La fama de la banda y sus miembros se extendió a lo largo y ancho de la ciudad. Si antaño la policía no se atrevía a entrar en los suburbios, ahora ni siquiera se atrevían a detenerlos. Ver una de aquellas prendas identificativas, uno de aquellos parches en la espalda, era sinónimo de problemas.
La gente huía, los comercios cerraban. Se hacían con lo que querían, no conocían límite alguno. Si era necesaria la violencia, se empleaba. Si era necesario hacer estallar un coche, quemar unos contenedores para interrumpir el paso en plenas calles centrales, se hacía. Ya no era su barrio, era su ciudad.
1999. Secesión, traición.
Unificar tanto ego e ideales en un mismo grupo fue una bomba de relojería. Se sabía desde el inicio, pero se hizo caso omiso. Era lo que se tenía que hacer, y se hizo. Ya llegarán las consecuencias, se dijo. Y más pronto que tarde, llegaron.
Los conflictos internos comenzaron a resultar notorios y evidentes de nuevo. Había desacuerdos en los caminos a tomar para lograr el fin, en las financiaciones a aceptar para la causa.
Mientras que un Adam Swan, algo más crecido ya, empezaba a plantearse la posibilidad de romper lazos con cierto grupo paramilitar que había venido subvencionando la revolución en las calles, había quienes no querían renunciar a aquello: al dinero fácil, a los recursos.
2000. Momento de elegir.
Aquellos denominados internamente como “perros rabiosos”, fueron el grupo pionero en separarse de la banda original, dejando atrás el parche y las siglas de los Day Trotters, formando así los Night Creepers.
Varios los siguieron, y otros tantos no. Lo que más tarde se supo fue el hecho de que, el propio benefactor, los incitó a la separación. Manteniendo las financiaciones de igual manera, el prestigio y los recursos. Se podría decir que fue una jugada iniciada en el propio IRA, buscando mermar una fama y unos números que empezaban a hacerles sombra, a dejar sus actos del pasado en meras anécdotas que recordar.
2002. Dos bandas, una ciudad.
Con sendos grupos establecidos en Belfast, iniciaron de nuevo las disputas. Querían territorio, superioridad. Y aquello se notaba, ya no sólo en los barrios como antaño, sino en toda la ciudad. Los índices de vandalismo volvieron a aumentar, así como los índice de violencia y delitos cometidos por número de habitantes y metros cuadrados, convirtiéndose en una de las ciudades con mayores tasas. Se palpaba la tensión, se respiraba en un ambiente de miedo.
Tras meses de aquella situación insostenible, se firmó el Pacto de Belfast. Un acuerdo entre bandas, basado en las Leyes Originales, que sentenciaba el inicio de una época de paz.
2010. La caída de un líder.
El alto al fuego duró ocho años. Demasiado. Incluso, Más de lo esperado. Y se rompió de la peor manera posible.
La voz se corría por las calles casi más de lo que el propio viento podía abarcar, a una velocidad endiablada, llegando la noticia hasta cada resquicio irlandés: Adam Swan, líder de los Day Trotters, había sido asesinado.
Aquello desató la alarma, los conflictos y las batallas volvieron. Unos reclamaban justicia, señalando culpables que afirmaban no serlo, los otros se negaban a cargar unas culpas que no eran suyas y peleaban por orgullo, por su nombre. Sin embardo, la realidad era otra muy distinta y tardaría años en salir a la luz.
2011. El alzamiento de dos.
Con la muerte del primer líder, el apodado como “Rey”, se alzaron dos. Uno por cada banda: de la primera en formarse, asumió el mando la hermana menor de Adam: Allie N. Swan; por el otro, Hunter, el principal acusado de la muerte, quien abandonaba a unos Day Trotters enfurecidos y aterrizaba directamente en el punto más alto de los Night Creepers, quienes le otorgaban tal posición con la mera intención de enfurecer a sus enemigos mostrándoles su apoyo incondicional.
2015. Rompiendo con el pasado.
Corría una noche de cielo cerrado en Belfast, Irlanda. Allá por dos mil quince, sobre el mes de Diciembre, cuándo el encuentro, tuvo lugar. Un encuentro que cambiaría la senda de muchos, todo cuánto la mayoría había conocido hasta entonces.
Tres figuras en penumbra y una habitación mugrienta; de paredes empapeladas cayéndose a jirones, con vistas a los suburbios. A aquellas calles descontroladas desde años atrás. A aquellas calles, sobre las que se hacía referencia en la conversación.
-Recuerdo, como si de ahora mismo fuera, el día que encontré al príncipe del barrio, a quién años después, convertí en el rey. -comentó una de las figuras, con la mirada perdida al exterior a través de aquella persiana de lamas metálicas con más polvo y óxido que energía en la voz de quién hablaba. - Tenía un algo, un qué, que nunca supe descifrar, pero que lo convertía en un líder nato. La gente lo escuchaba, los muchachos más frustrados veían en él alguien en quién creer. Alguien a quién seguir. - prosiguió hasta voltear con la última de aquellas palabras, tomando el botellín de cerveza de la mesa contigua a la ventana para dar un ligero trago que aclarara aquella garganta reseca, antes de continuar.
Estaba más que claro a quién se refería. Adam, fue su nombre. El sucesor que consiguió unificar las pandillas de los suburbios de la capital irlandesa en una sola banda, bajo unas leyes, bajo unas normas. Perseguían un ideal, querían un fin. No era una revolución sin sentido, por aburrimiento. Querían alzarse, reclamar lo suyo, sus derechos. Aunque aquello, se desvirtuó con los años.
-Los primeros meses fueron difíciles. Las batallas internas eran casi diarias por culpa de lo sucedido años atrás. Si los miembros de un grupo conseguían o reclamaban algo, los que fueran sus enemigos, también lo querían. Costó poner paz, que pensaran como una unidad y no pensaran en sus intereses particulares o siguieran peleándose por dos metros cuadrados de suelo. -Relataba aquella voz agotada, como perteneciente a una persona entrada en años. -Pero él lo consiguió. Logró -pausó por culpa de una tos ronca repentina-, perdón -dijo antes de proseguir-. Logró, que acabaran viéndose como iguales, luchando por lo mismo. Daba igual si eran irlandeses de nacimiento o si habían venido de fuera buscando una vida mejor, acabaron tratándose como iguales. Ya no se peleaban por la nacionalidad, el color de piel, o quién la tenía más grande. Peleaban juntos, contra la autoridad. Haciéndose notar, haciendo saber al país que los suburbios seguían vivos y también querían su tajada económica al igual que todos habían conseguido gracias a aquella estabilidad que logró una rápida recuperación y de la se les había excluido.
-Eso ya lo sabemos, conocemos la historia de las calles y las bandas. Lo que queremos saber, es por qué -pronunció una voz femenina, reclamando una explicación que no acababa de hallar en sus palabras-. Por qué lo vendiste -puntualizó con rabia contenida, con un rechinar de dientes de fondo, mientras se podía apreciar cómo la tercera figura -que todavía se había mantenido en silencio- giraba la cabeza hacia ella.
-En cierto modo, me recuerdas a él. Tan directa, tan guerrillera. -comentó con la sombra de su cuerpo en dirección hacia aquella figura a la que se refería- Esa conversación fue peor que la traición a un ser querido. Era como un hijo para mi, yo lo hice rey. Y sin embargo, fui yo quién era incapaz de mirarlo a la cara mientras hablábamos. Sabía lo que iba a suceder después -pausó unos instantes-. Él, también -dirigió la mirada hacia el suelo un instante, y retomó su visión al exterior-. Aunque de eso, me di cuenta tarde. En su último aliento. Cuándo susurró revolución -comentó con la mirada perdida.
Entonces, sucedió. La tercera figura en discordia hizo un gesto afirmativo con la cabeza hacia la identificada como fémina, a quién pudo verse, gracias a la tenue luz del alumbrado público que entraba desde el exterior, sacar un arma y apuntar con ella a quién continuaba junto a la ventana. Aunque a decir verdad, parecía esperarlo, pues no tardó en voltear. Tal vez al escuchar el ruido metálico del seguro del arma desactivándose.
-Los tres sabíamos que ésto iba a acabar así. Tenías la necesidad de saberlo de mis propias palabras, de las palabras del intocable en los barrios, aquél que creó y destruyó a tu hermano -presumió envalentonado, creciéndose-. Acabad lo que habéis venido a hacer, ahora que sabéis la verdad. Adelante, ¡dispara! -voceó, retumbando su voz en el resto de la vivienda, para luego dejar paso al eco de un disparo seco, certero, con una estela de cristales rotos.
2016. Anarquía, descontrol.
Varios meses han pasado desde entonces, desde el momento en que, el que fuera conocido como el “Jefe”, murió a manos de un pacto entre líderes, rompiendo así con todo el pasado, reescribiendo la historia con sangre sobre el asfalto de la ciudad.
Varios meses han pasado, y la situación, ha empeorado de sobremanera. Ya no se lucha por un ideal, no. Aquello se ha desvirtuado. Ahora se lucha por todo, y a la vez por nada. Desde una acera de una calle fronteriza entre territorios, hasta por un negocio ilegal. El derramamiento de sangre está a la orden del día, la violencia igual. Los habitantes de Belfast viven intranquilos, sintiéndose objetivos del fuego cruzado a todas horas, mientras sigue habiendo alguien, que se enriquece y controla la ciudad con todo aquello, buscando lo mismo que desde el inicio, aunque sin mancharse las manos desde hace años, sin que sus siglas aparezcan en las noticias o se les pueda acusar. Se han vuelto hábiles, inteligentes, cautelosos. Sus armas ya no son pistolas, bombas o guerrillas. Ahora son los Trotters y los Creepers, y aún enfrentándolos, siguen manteniendo su control.
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Raven Gaunt
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Saludos.
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Vladimir Dragotzky
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