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Un Dulce Reencuentro -James A. Fletcher-
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Un Dulce Reencuentro -James A. Fletcher-
Un Dulce Reencuentro
Nuevamente, el tiempo, un viejo amigo, fue su aliado y gran ayuda. Al pasar los días, creció su ansiedad, su expectativa y la información en sus manos concerniente al ya no tan joven doctor, la razón primordial por la que este señor vampiro visitaba París en esa ocasión.
Le había estado observando, en silencio, desde las sombras, como era costumbre. Conocía parte de su rutina, en que habitación se hospedaba, que compañía frecuentaba y cual era el mejor horario para visitarle sin arriesgarse a encontrarle indispuesto u acompañado. Y allí se encontraba, cerca de la diez de la noche, de pie frente a la puerta 104, vistiendo uno de sus elegantes trajes de tres piezas, el cabello sujeto con un lazo negro en una media coleta, prescindiendo completamente de la corbata y su escolta.
Golpeó con los nudillos dos veces y esperó pacientemente hasta que la puerta se abrió. Una sonrisa curvó sus labios y sus ojos reflejaron el rostro del vampiro junto a un dejo de nostalgia.
— Mi buen doctor —dijo como si hubiera sido ayer mismo la última vez que se vieron y la distancia entre ellos obedeciera a trivialidades sin importancia, como si, pese a tanto daño, tiempo y distancia, fueran amigos— Tanto tiempo —alargó la diestra para dejar una caricia en su mejilla, un roce frugal con el dorso de los dedos que desapareció con la misma sutileza con que comenzó— Tenemos tanto de qué hablar... —susurró— ¿No me invitarás a pasar?
Nikolai Zhidkov
Re: Un Dulce Reencuentro -James A. Fletcher-
Era por la mañana cuando el sonido de alguien llamando a mi puerta me despertó de mi trance. Había estado tumbado desde hacía horas leyendo un libro, y en cierto momento debí de quedarme dormido. Estaba muy poco arreglado, no es que esperara compañía a esas horas de la mañana. A decir verdad, la única persona que se me ocurría que fuera a venir a verme era Beth, y no lo haría en ese momento. No que yo supiese. Estaba vestido con una camisa negra sobre una de tirantes blanca, unos pantalones negros y los zapatos, lo cual era lo único que me había puesto rápidamente al escuchar la puerta. Cuando fui a abrir tenía la camisa desabrochada, ya que supuse que sería alguien de recepción viniendo a limpiar mi cuarto. Solo tardaría unos segundos en despachar a quien fuese y volver a dormirme.
En cambio, enmudecí al ver quien estaba frente a mi puerta. No podía creerme lo que estaban viendo mis ojos, mi vampiro progenitor, aquel que me dio ésta nueva vida, allí, tal y como le había visto la última vez antes de irme, con ese mismo aspecto de chiquillo. Me mantuve ligeramente con la boca abierta mientras éste hablaba. El como me hablaba me resultaba irritante, inaudito, pero a la vez podía encontrarle un punto de gracia al asunto. Éso parecía demasiado absurdo para ser verdad. El vampiro acarició mi mejilla, la cual se encontraba a su misma temperatura. Mi respuesta inmediata fue apartar ligeramente la cara de su tacto. Él sabía que no era bien recibido. Sonriendo entre dientes ante tan estúpido encuentro, dije mientras me aclaraba la garganta. - Claro. Pasa. - Solté una carcajada con sorna mientras me echaba a un lado para dejarle pasar. ¿Qué narices hacía el allí? Era más que obvio que no esperaba visitas, y menos una visita tan poco querida. Creí haberle dejado claro que no quería tener nada que ver con él cuando salí corriendo la noche en la que me convertí. Me dirigí hacia una de las mesillas de la habitación para coger un cigarro y encenderlo. La habitación era grande y estaba bien iluminada, aunque en esos momentos las cortinas estaban echadas. La luz del sol de la mañana me irritaba levemente. - ¿A qué se debe esta visita tan agradable? - Pregunté con sarcasmo mientras me llevaba el cigarro a la boca. Si tenía algo que decir, era todo oídos.
En cambio, enmudecí al ver quien estaba frente a mi puerta. No podía creerme lo que estaban viendo mis ojos, mi vampiro progenitor, aquel que me dio ésta nueva vida, allí, tal y como le había visto la última vez antes de irme, con ese mismo aspecto de chiquillo. Me mantuve ligeramente con la boca abierta mientras éste hablaba. El como me hablaba me resultaba irritante, inaudito, pero a la vez podía encontrarle un punto de gracia al asunto. Éso parecía demasiado absurdo para ser verdad. El vampiro acarició mi mejilla, la cual se encontraba a su misma temperatura. Mi respuesta inmediata fue apartar ligeramente la cara de su tacto. Él sabía que no era bien recibido. Sonriendo entre dientes ante tan estúpido encuentro, dije mientras me aclaraba la garganta. - Claro. Pasa. - Solté una carcajada con sorna mientras me echaba a un lado para dejarle pasar. ¿Qué narices hacía el allí? Era más que obvio que no esperaba visitas, y menos una visita tan poco querida. Creí haberle dejado claro que no quería tener nada que ver con él cuando salí corriendo la noche en la que me convertí. Me dirigí hacia una de las mesillas de la habitación para coger un cigarro y encenderlo. La habitación era grande y estaba bien iluminada, aunque en esos momentos las cortinas estaban echadas. La luz del sol de la mañana me irritaba levemente. - ¿A qué se debe esta visita tan agradable? - Pregunté con sarcasmo mientras me llevaba el cigarro a la boca. Si tenía algo que decir, era todo oídos.
James A. Fletcher
Re: Un Dulce Reencuentro -James A. Fletcher-
Ensanchó la sonrisa devolviendo la mirada a sus ojos después de perderse unos pocos segundos en su cuello, en sus clavículas expuestas con tanto descuido. Si hubiera querido ganarse un portazo en la cara, hubiera rememorado en voz alta, pero se contentó con saborear el recuerdo y relamerse una comisura sutilmente.
— Gracias —no podía sino disfrutar el momento— Es bueno saber que tu educación sobrevivió intacta —ironizó y atravesó la puerta adentrandose en los territorios del doctor. Observó cada detalle, desde las ventanas cerradas hasta los calcetines en el suelo y la cama deshecha. Finalmente giró, con las manos tras la espalda, para enfrentar nuevamente a su anfitrión— Te extrañé —respondió con simpleza y, teniendo variedad de sillas, sillones y sofá a disposición, decidió sentarse en el borde de la cama— Y un padre debe cuidar de sus hijos ¿No es así?
Mantuvo la mirada atenta al rostro del doctor, su molestia era obvia, no necesitó preguntar, saltaba a la vista en cada expresión y movimiento, pero era diferente a antaño. Nikolai no encontró en sus ojos oscuros ese odio visceral con que se vio enfrentado apenas convertirle, si continuaba allí, había aprendido a controlarlo.
La posibilidad le incomodó bastante, de inmediato quiso descartarlo.
Se puso en pie para acercarse y hacerse con su cigarro tomándolo de sus labios con un par de dedos como cuando se conocieron, pero está vez, en lugar de fumar, deshizo el cilindro entre las yemas. La pequeña brasa quemó su piel, el aroma a carne quemada se mezcló con el tabaco en el aire y Nikolai siquiera parpadeó.
— Dime que no has pensado en mi una sola vez en todo este tiempo, y te dejaré en paz durante otro siglo. Me iré de verdad, yo, mis vigías y mercenarios, estarás solo con tus amores, con los licantropos, los cazadores y todo el odio que nos profesan —susurró mirándole a los ojos con tal intensidad que, por un momento, pudo ver a través de ellos. Era un juego arriesgado, un movimiento temerario, a todo o nada, y, tras tan largo letargo, Nikolai se alimentaba de eso.
— Gracias —no podía sino disfrutar el momento— Es bueno saber que tu educación sobrevivió intacta —ironizó y atravesó la puerta adentrandose en los territorios del doctor. Observó cada detalle, desde las ventanas cerradas hasta los calcetines en el suelo y la cama deshecha. Finalmente giró, con las manos tras la espalda, para enfrentar nuevamente a su anfitrión— Te extrañé —respondió con simpleza y, teniendo variedad de sillas, sillones y sofá a disposición, decidió sentarse en el borde de la cama— Y un padre debe cuidar de sus hijos ¿No es así?
Mantuvo la mirada atenta al rostro del doctor, su molestia era obvia, no necesitó preguntar, saltaba a la vista en cada expresión y movimiento, pero era diferente a antaño. Nikolai no encontró en sus ojos oscuros ese odio visceral con que se vio enfrentado apenas convertirle, si continuaba allí, había aprendido a controlarlo.
La posibilidad le incomodó bastante, de inmediato quiso descartarlo.
Se puso en pie para acercarse y hacerse con su cigarro tomándolo de sus labios con un par de dedos como cuando se conocieron, pero está vez, en lugar de fumar, deshizo el cilindro entre las yemas. La pequeña brasa quemó su piel, el aroma a carne quemada se mezcló con el tabaco en el aire y Nikolai siquiera parpadeó.
— Dime que no has pensado en mi una sola vez en todo este tiempo, y te dejaré en paz durante otro siglo. Me iré de verdad, yo, mis vigías y mercenarios, estarás solo con tus amores, con los licantropos, los cazadores y todo el odio que nos profesan —susurró mirándole a los ojos con tal intensidad que, por un momento, pudo ver a través de ellos. Era un juego arriesgado, un movimiento temerario, a todo o nada, y, tras tan largo letargo, Nikolai se alimentaba de eso.
Nikolai Zhidkov
Re: Un Dulce Reencuentro -James A. Fletcher-
Me limité a mantenerme en silencio cuando Nikolai comentó que era un alivio que mantuviese mi educación. No tenía nada que decir al respecto, simplemente. Además, mis pensamientos vagaban en otros asuntos, como el hecho de que ese maldito chupasangres supiese donde me alojaba.
A veces me preguntaba que pasaba por la cabeza de ese vampiro, ¿Realmente era así o simplemente simulaba esa tranquilidad? Fuese aparente o no, era irritante verle siempre con una sonrisa, fuese la situación que fuera. - Lamento no poder decir lo mismo. - Dije con rudeza. No pretendía ser amable con él, y aunque lo intentase me resultaría imposible. Bufé ante su comentario. - ¿Cuidar de mí? Yo no pedí ésto. Y además, ¿En que momento has sido tú un padre? - Dije escupiendo las palabras. Estaba enfadado, pero no hasta el punto de llegar a más que palabras. No me merecía la pena pelear con él. El vampiro se mantenía tan impasible. Seguía igual, aunque éso era de esperar. También seguía siendo un inmaduro, ¿A quién se le ocurriría sino volver?
Nikolai se levantó viniendo hacia mí una vez hube encendido mi cigarro y me lo hube llevado a la boca. En un primer momento mi reacción fue de erguirme y mantenerme a la defensiva, aunque éste se limitó a quitarme el cigarro y aplastarlo con la palma de de su mano. Esto no me molestó tanto como lo hicieron sus palabras cuando comenzó a hablar.
Palabrería, palabrería, palabrería. Una serie de mentiras y engaños, era lo único que no paraban de salir de sus labios. - No creo que hayas vuelto para decirme éso, ¿verdad? Además ambos sabemos que no harás tal cosa. - Comenté soltando toscamente las palabras. Por mucho que dijera, sabía la clase de mente retorcida y manipuladora que escondía ese rostro tan sumamente niño. - Y en cualquier caso, he sobrevivido, ¿O no lo ves? No necesito que me protejas precisamente tú. - Dije mirándole fijamente con los ojos cargados de odio. ¿Se creía que era una especie de cachorro al que debía dar protección? Se equivocaba.
OFF: Disculpa la tardanza, he tenido unos días complicados
A veces me preguntaba que pasaba por la cabeza de ese vampiro, ¿Realmente era así o simplemente simulaba esa tranquilidad? Fuese aparente o no, era irritante verle siempre con una sonrisa, fuese la situación que fuera. - Lamento no poder decir lo mismo. - Dije con rudeza. No pretendía ser amable con él, y aunque lo intentase me resultaría imposible. Bufé ante su comentario. - ¿Cuidar de mí? Yo no pedí ésto. Y además, ¿En que momento has sido tú un padre? - Dije escupiendo las palabras. Estaba enfadado, pero no hasta el punto de llegar a más que palabras. No me merecía la pena pelear con él. El vampiro se mantenía tan impasible. Seguía igual, aunque éso era de esperar. También seguía siendo un inmaduro, ¿A quién se le ocurriría sino volver?
Nikolai se levantó viniendo hacia mí una vez hube encendido mi cigarro y me lo hube llevado a la boca. En un primer momento mi reacción fue de erguirme y mantenerme a la defensiva, aunque éste se limitó a quitarme el cigarro y aplastarlo con la palma de de su mano. Esto no me molestó tanto como lo hicieron sus palabras cuando comenzó a hablar.
Palabrería, palabrería, palabrería. Una serie de mentiras y engaños, era lo único que no paraban de salir de sus labios. - No creo que hayas vuelto para decirme éso, ¿verdad? Además ambos sabemos que no harás tal cosa. - Comenté soltando toscamente las palabras. Por mucho que dijera, sabía la clase de mente retorcida y manipuladora que escondía ese rostro tan sumamente niño. - Y en cualquier caso, he sobrevivido, ¿O no lo ves? No necesito que me protejas precisamente tú. - Dije mirándole fijamente con los ojos cargados de odio. ¿Se creía que era una especie de cachorro al que debía dar protección? Se equivocaba.
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James A. Fletcher
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