¿Trato o trampa?|| Danielle Maz y Victoria Hawkins

Este cazador era particularmente rápido, pudiendo esquivar con envidiable agilidad el ataque de la joven loba. Tenía planes para ella, como por ejemplo, clavar el gran cuchillo que acababa de sacar de debajo de su chaqueta, a la vez que daba una vuelta en el aire, alcanzando a cortar profundo entre sus hombros. Era de acero, pero aún podía causar gran daño.
—Muy lenta, preciosa. A ver si ahora me atrapas —dijo justo que se apresuraba a arremeter con todo contra ella solo para desaparecer por debajo, golpeando sus piernas para hacerla perder el equilibrio y así quedar sobre ella, con cuchillo en mano en dirección a su cuello.

Por su parte, Hawk comenzaba a ver todo negro. La privación tan súbita de aire la estaba dejando en gran desventaja, no pudiendo evitar los siguientes golpes, mucho menos el escupir sangre cuando repentinamente sintió la caricia para nada gentil de una daga contra su piel. Eso sí que era pasarse de la raya.
Golpeando de un rodillazo al cazador y para librarse de ser carneada, Hawk se apresuró a levantarse del suelo y sacar su propio juego de dagas, cortando el rostro del cazador como si fueran extensiones de sus uñas.
—No tenía idea de que debía pedir pedir permiso al Consejo de los malditos entrometidos de perra —gruñó, a la vez que esquivaba el siguiente golpe.

El cazador que ya se creía con la satisfacción de hacer sufrir un poco a la cazadora, que consideraba toda una traidora a la causa, se sorprende por la rapidez de esta. Lo logra desequilibrar con ese fuerte rodillazo, pero logra incorporarse, solo para sentir el agudo ardor en su piel debido a las cuchillas cortando su rostro en diversas partes. Con un quejido de exasperación da unos pasos atrás tocando su rostro, limpiando la sangre con una mirada llena de enojo — ¡Maldita perra inmunda! — dice sacando de su espalda un Yonshaku Bō, con el cual empieza a maniobrar, dándole vueltas frente a él — Traicionas a tu raza de la forma más vil… muy dentro de ti sabes que mereces ser castigada —  dice antes de atacar a la cazadora, con golpes directos a su costado y su cara, haciendo gala de buenos movimientos de artes marciales.

Mientras tanto, yo saco las manos de los costados del agonizante cazador que se desangra y se ahoga con su propia sangre, una imagen que no me gustaría si fuera un humano común pero siendo un cazador, a ellos los odio profundamente. Miro de reojo hacia la cazadora rubia que creí nos traicionó pero al ver lo que le hacen y como se defiende cambio de opinión. Pierdo apenas unos segundos de concentración y cuando siento el agudo ardor de la plata alrededor de mi cuello. Me hace gruñir de dolor e ira por ser tan tonta. Intento quitarme de encima las cadenas en primer lugar pero la plata lastima mis manos de inmediato. Siento como el aire empieza a escasear en mi interior, mis pulmones arden un poco y entonces no tengo otra que ceder a sacar toda mi fuerza pues el tipo es fuerte y la plata esta de su lado.

Con un gruñido fuerte y ronco comienzo mi transformación a mi forma lobuna completa. Mis huesos sufren una rápida transformación y mi piel se llena de ese pelo negro azabache, logrando zafarme del agarre del cazador con soltura, cayendo en mis 4 patas y alejándome inmediatamente unos metros, sin darle la espalda nunca. Las heridas de la plata aún son visibles y dolorosas pero en mi forma lobuna curo más rápido y resisto más. En posición de ataque frente al tipo de las cadenas gruño con mis colmillos blancos reluciendo en mi hocico negro, mis ojos rojos dejan poco a la imaginación, estoy realmente furiosa y estos lo expresan de forma perfecta. Sin pensarlo más me lanzo contra el cuello del cazador, sin poner atención a las cadenas que aún lleva en sus manos pues en cuanto mis colmillos se hincan en la suave y caliente carne de su cuello tan solo me basta sacudir la cabeza de forma rápida para escuchar el tronido de su columna y acabar con su pobre vida. Todo a mi alrededor se vuelve rojo, todo es furia y sangre ahora. Con un solo aullido grave alerto a Dalia de mi nueva forma y la insto a concentrarse en pelear.

De acuerdo, el sujeto parecía ser el primo de Jet Lee, muy ágil y rápido con su súper palo. Maldito idiota.
Los dos primeros golpes que me da me dejan aturdida y pierdo un poco mi pie por eso. Me molesta mucho que me hagan perder mi norte de esa forma. Para el siguiente golpe me esforce ñor estar más atenta y me agache justo cuando el palo pasó cortando el aire sobre mi cabeza. Continué esquivando lo mejor que pude sus ataques, ganandome varios golpes a mis costillas cada vez que no pude absorber el golpe del palo, pero no me detuve.
Volví a sacar mis dagas y giré sobre mis talones para esquivar el siguiente ataque; el sujeto estaba cansandose, pero era perseverante. Aún así, eso no lo salvaría de mis dagas cortando justo en forma de "x" a lo largo de su espalda, rasgando ropa y piel; ahí supe que su atuendo de batalla eran simples chaquetas de cuero, para nada reforzadas. Le di una patada y lo mandé a tierra, pateando lejos el palo para luego clavar ambas manos al suelo con mis dagas.
—Tendrás que elaborar un insulto mejor que ese, novato —murmure y lo deje allí clavado al suelo.
Lo que vi  continuación me dejó sin habla. Danielle acababa de transformarse completamente. Era la primera vez que veía a un licantropo entrar en fase tan de cerca, era demasiado genial como para ponerse a debatir entre el bien y el mal. Por supuesto, pagaría por mi momento de auge.

El cazador a había confiado con Dalia. Era de humanos errar, pero era de idiotas confiarse de esa manera. El último pensamiento lógico que el hombre tuvo antes de desvanecerse fue que al menos estaba desangrandose por una buena causa.
Pero poco duró la victoria de la joven loba. Un nuevo cazador apareció delante de ella con una sonrisa macabra y unos nunchakos hechos completamente de plata.
—¿Lista para otro baile, saco de pulgas? —dijo mientras avanzaba lentamente.
Sosteniendo delante del cuerpo por los extremos de los palos, el cazador se puso en posición de defensa. Pero nadie podría adivinar que en un cuarto de segundo cambió su posición, cruzando los palos para enredar el brazo de la loba, torciendolo y estrangulado su circulación. Pisó su pie con su talón y le dio un fuerte cabezaso, liberandola por otro segundo para ponerse a sus espaldas y pasar la cadena de los nunchakos por su piel, quemandola al instante a la vez que la extrangulaba.

"¿Cuántos ninjas salvajes podrían existir?", fue lo primero que se me vino a la mente al ver a aquel cazador con los nunchakos; en mi vida había visto utilizaros a alguien que no fuera Bruce Lee, y por su puesto era difícil saber como contrarrestarlos, de verdad me preguntaba qué rayos le habíamos hecho a los Yakusa, como para que apareciera todo el clan a enfrentarnos.

La inexperiencia batallando con aquel tipo de arma me jugaría en contra y así fue. Solo bastó que el cazador se pusiera en posición de batalla y moviera aquellos bastones hipnóticos para que mi piel volviera a sentir el calor y el dolor de ser quemada por la plata. Un aullido de dolor ardió en mi garganta, pero ni siquiera alcanzó a salir, ya que en el mismo momento en que mi hermana era ahorcada por una cadena de playa, yo me encontraba en la misma situación. Mi talón ardía y apenas y podía sentir el aire entrar a mis vias respiratorias, percibi el calor de mi sangre escurriéndose por mi frente. La consciencia se me iba, pero una fuerza emergió de mis venas, insaciable y incontrolable. Gruñí al unisono con el aullido de mi Alfa, casi como una inyección de adrenalina, tomé la cadena con mis  manos, quemándolas y alejándolas de mi cuello.

La fuerza inhumana inyectaba mis músculos que se adaptaban a la nueva forma que adoptaría. La fuerza fue suficiente para arrancar los  nunchakos de las manos de mi oponente, el olor a quemado cubría mis manos y provocaban un dolor insoportable, pero al estar en un estado de adrenalina no importaba. Llene mis pulmones de aire nuevamente, mientras el pelaje blanco cubría mi cuerpo, voltee y enterre mis garras en las costillas del cazador hasta que estas se contrajeron y mi forma de loba completa emergió.

Apenas el cazador vio que Danielle se transformó  un escalofrío recorrió su espalda, apretó la cadena con sus manos firmemente por unos segundo, y yo fue hasta tener a la loba mordiendo firmemente su cuello que enterró en un costado de su cuerpo de loba una pequeña daga de plata antes de exhalar su último suspiro sabiendo que había muerto con el honor de servir a su raza.

Un último cazador el más experimentado de todos observaba a su grupo desde lejos, decepcionado y a la vez entusiasmado por entrar a batallar, preparo su arma de fuego desde las alturas mientras masticaba algo de tabaco. El dato de aquella reunión les había llegado de improviso, de verdad deberían haber investigado mucho mejor a las dos lobas, así como a la cazadora, quizás eso les habría indicado que deberían haberse preparado un poco más.

Olfateo la pólvora por última vez antes de lanzarse desde las alturas del laberinto. Sus zapatos pisaron un poco de la sangre de sus compañeros — Bien, bien —dijo mirando a Danielle desde un rincón de la escena —Al parecer no eres una perra educada, necesitas algo de modales —apuntó el arma hacia la hermana de la loba —¿Eres una buena líder? ¿Qué es más importante? ¿El alfa.. o una perra común y corriente? —Sonrió.

El cazador se esfuerza en dar buenos y fuertes golpes con su Yonshaku Bō a la cazadora, pero ella parece ser una competencia muy buena y razonable a sus artes marciales, quizás debieron documentarse un poco mejor acerca de los antecedentes de esta mujer antes de atacarla. Él da lo mejor de sí, moviendo su arma en el aire con soltura y rapidez, sin embargo con el paso de los segundos su velocidad y certeza al golpear el cuerpo de la rubia va disminuyendo. Ella aprovecha esto y en menos de 2 segundos un ardor se expande en la espalda del hombre, haciéndolo quejarse y bajar la guardia. Trata de reaccionar pero es muy lento y cuando siente un dolor aún más fuerte y agudo en las manos nota que las tiene clavaras a la tierra con grandes dagas de acero — ¡MALDITA! ¡LO PAGARÁS! ¡ESTO NO ACABA AQUÍ! — Trata de sonar decidido pero la verdad es que el dolor es grande. Aprovecha la distracción de el perro mayor al transformarse, y a pesar de casi desmayarse del dolor, logra desenterrar una de sus manos, llevandose la daga clavada casi hasta el puño pero esto le permite zafar la otra de forma menos dolorosa. Sin hacer mucho ruido se levanta, mareado de dolor, y solo es capaz de tomar su Yonshaku Bō con manos temblorosas y sacarle uno de los extremos, convirtiendose en una especie de lanza envenenada — Te dije que no se quedaría asi... traidora — susurra antes de tirar la lanza con todas sus fuerzas y su puntería, queriendo atinar al pecho de la rubia.

No soy consciente de la pequeña daga en mi costado hasta que dejo el cadáver caer en la tierra humedecida por su propia sangre. No es fácil para mi sacar esa daga, pero lo logro con ayuda de mis dientes y agradezco ser tan flexible en mi forma lobuna como lo soy en la humana. Una pequeña cantidad de sangre sale del corte pero no le tomo importancia. Miro a otro cazador que se acerca con claras intensiones hacia mi hermana y sin pensarlo corro con fuerza, cruzando el pequeño terreno de batalla improvisado, para lanzarme contra su pecho, haciendolo caer de espaldas antes de morder su cuello y pecho, y aunque no suelo hacerlo prácticamente nunca, pruebo su carne que permite que la herida de mi costado no sangre casi nada y duela menos, que me regenere más rápido a pesar de la plata, No logro comer mas afortunadamente pues la voz de alguien nuevo llama toda mi atención al referirse a mi claramente. Me pongo en esa misma posición de ataque, gruñendo y mostrando mis filosos colmillos ahora llenos de sangre humana. Mis ojos rojos brillan sin perder de vista al hombre que empuña un arma de fuego. Mi corazón late casi dolorosamente cuando miro hacia donde apunta, a mi pequeña lobita blanca que a pesar de ser fuerte y grande yo sigo viendo tan pequeña y fragil. Mi cabeza da vueltas y gruño aún con mas odio — Quiero que corras hacia el costado, detrás de ese gran muro de arbustos... en zigzag y NO TE MUEVAS DE AHI, hasta que yo te diga, es una orden... Te amo Dalia — pienso sin separar mi mirada del humano. Mis ojos queman de odio y sin pensarlo mas corro con todas mis fuerzas hacia el cazador, zigzagueando todo el tiempo y tratando de cubrir con mi cuerpo el trayecto que Dalia debe hacer para ponerse en seguridad. La pregunta fue incluso estúpida, un Alfa sin su manada no es nada pero más aún yo sin mis hermanos no soy nada, no podría vivir si perdiera a uno de ellos, son mi mas grande tesoro, son todo lo que amo y daré mi vida por ellos sin dudarlo. Me lanzo con un gran impulso de mis patas traseras al tiempo que emito un gran aullido con un solo objetivo, herir los sentidos del humano. Todo alrededor desaparece para mi, solo miro ese cuerpo, un objetivo, todo en rojo, todo es furia cuando mis colmillos buscan incarse en la cara del humano, quiero hacerlo sufrir ua muerte lenta y dolorosa por el solo hecho de meterse con mi familia.

Todo iba muy rápido, demasiado rápido. Las probabilidades de este combate fueron inestables desde un principio, porque no teníamos idea de con cuántos cazadores luchariamos. El dolor de los insultos que intentaba, me resbalaran, en realidad sí me llegaban. Me estaban acusando de traición, y no estaba segura de si me dolía por la enormidad de la acusación o la culpa que sentía porque tal vez tuvieran razón.
Mientras luchaba con mi conciencia y mis creencias, las lobas se cargaron a los cazadores. Y yo estaba a punto de encargarme del mío cuando la estupidez de mi curiosidad me falló; quise matar a Danielle por eso, por verse tan poderosa, pero sabía que era pura negligencia mía. Y ahora lo podía ver, mientras captaba el brillo de un objeto volando en mi dirección. Oh. Bloody. Hell. Me encargaría de ese maldacido luego de librarme de su lanza. Probablemente se la clavaria donde no le diera el sol.

Decidí por lo obvio y traté de esquivar la lanza, pero para cuando me di cuenta del ataque, la distancia entre ambas ya era demasiado corta. Aún así, me moví tan rápido como pude, rogando que mis pies y reflejos no me fallaran ahora.
Pero lo hicieron. El impacto de la lanza en mi hombro fue tan fuerte que me tiró al suelo. Quede sin aire por enésima vez en la noche, pero me obligue a reaccionar rápido; tenía una maldita lanza clavada al hombro. El grito bajo y entredientes que solté al retirar con cuidado la lanza me hizo marear. No sentía que hubiera atravesado mi hombro, pero la sensación caliente y pegajosa era tan familiar como perturbadora; estaba sangrando. Con otro quejido, arroje la lanza por detrás de mi cabeza, perdiéndose entre los helechos e intenté levantarme. Y ahí todo se puso raro. Apenas si tuve energía para levantarme a medias, aferrando mi hombro sangrante hasta quedar en una rodilla. Los bordes de mi visión comenzaron a tornarse negros, pero así y todo pude adivinar el perfil del cazador al que había estacado al suelo mirandome con una sonrisa siniestra, retrocediendo hasta perderse en la oscuridad del laberinto.
Quise seguirlo, darle caza. En ese momento los humanos estaban siendo más peligrosos que las lobas a mis espaldas. Atine a ponerme de pie, pero el pánico me invadió cuando no sentí la firmeza del suelo bajo mis botas, como así tampoco los dedos de mis pies y mis manos. Un entumecimiento asfixiante me envolvió poco a poco, apretujando mis vías respiratorias, bloqueando mis sentidos uno a uno, hasta que al final caí dura al suelo, cediendo al peso del veneno en mi sistema, que se iba cortando poco a poco.

Apenas la sangre caliente del cazador se resbalaba por mis manos, sentí algo de culpa, a pesar de que era mi sobre vivencia o la de él. Un rudo extraño llegó a mis oídos, levante las orejas y entonces vi como un nuevo cazador salía de las sombras, parecía ser el último de ellos, y también el más importante. Sus palabras fueron claras, y antes de poder hacer algo una pistola cargada con plata esta siendo apuntada hacia mí. Gruñí intentando sacar algo de valor desde mis adentros. Las heridas causadas por la plata, tanto en mis manos( ahora patas), como el mi cuello y costados casi ni se regeneraban, y no había oportunidad de recurrir al mismo truco de Danielle.

La voz de mi hermana no tardó en resonar en mí cabeza, la sola idea hizo que todos mis cabellos se erizarán de miedo. Ni siquiera pude contestar que no lo haría y ella ya había emprendido un camino que la llevaría hacia la muerte. Era un truco bajo ocupado por el cazador, pero efectivo, ¿Qué alfa no se arriesgara por uno de los suyos?, ¿Qué miembro de la manada no daría la vida por su alfa?, una jugarreta cruel pero que esperaba que las dos termináramos muertas. Danielle consumida por su ira seguramente no habría visto aquella pequeña trampa, iriamos de a una a capturarlo, y con la rapidez de su pistola se encargaría de ambas...

Pero eso no debía ser así, y apenas Danielle comienzo su zizageante recorrido hacia la muerte mi mente comenzó a trabajar un poco más. La risa del cazador y su cambio de ubicación de tiro fueron mi puntapié inicial, rogaba por que aquella idea funcionara. Avancé rápidamente con mis patas traseras, este al ver que ambas nos dirigimos atacarlo en zigzag, intentó nuevamente apuntar hacia mí. Presionó el gatillo hacia mí y hacía Danielle una y otra vez; Salté cada vez que una bala iba hacia mi dirección, sin embargo la última de estas roso mi una de mis orejas, provocando que la ira que tenía creciera. Salté por última vez y con me tiré a las manos del cazador, específicamente donde estaba su arma de plata. Este intento golpearnos, pero tanto Danielle como yo lo atacábamos y mordíamos fuertemente. Hinqué en lo profundo de sus manos provocando de él un grito de dolor.

—¡ALEJENSE DE MÍ! ¡PERRAS INMUNDAS!— decía mientras mi boca se llenaba de su sangre y yo dominada por la rabia solo mordía una y otra vez. "Nadie amenaza a un Maz" intentaba decirle eso en cada herida que le provocaba mi dentadura, para que nadie, nadie nunca más se atreviera a quitarme nuevamente a un miembro de mi familia, por que eramos carne de todos, mente de todos, todos eramos unos, igual de fuertes y poderosos, y si derraban un poco de nuestra sangre, nosotros haríamos correr mares de la de ellos.

L uando dejo salir por completo mi instinto lobuno y mi furia me domina no hay vuelta atrás y lo que ese humano asqueroso intenta definitivamente desato lo peor de mí. En mi fuero interno espero hacer lo correcto y no arrepentirme después si es que acaso hay un “después” para mí. Y también ruego porque mi pequeña me haga caso como lo hacía hace años que la enseñé a casar en el bosque de casa, pero sé que ella es toda una rebelde y lo hace evidente cuando se pasa mi orden por donde más le place. La siento correr conmigo, en un movimiento tan fluido que casi parece que lo ensayamos por meses, un zigzagueo perfecto entre ambas con un solo objetivo en común, el cazador al cual logramos distraer y confundir al verse atacado por ambas. Mi raciocinio no sirve en este momento, estoy en completo modo predador, solo quiero sangre, por lo que dejo que Dalia participe sin reprenderla ni siquiera con un ligero gruñido, mis gruñidos solo van contra el humano que dispara a ambas.

Lo bueno del asunto es que no tiene munición infinita y que no tiene tanta puntería contra nuestros movimientos perfeccionados por toda nuestra vida. La mala es que logra rosar una de mis patas delanteras. La sensación de quemazón es inmediata y me debilita un poco esa pata pero no dejo que eso me detenga. Con un último salto lo hago caer antes de que Dalia ataque también. Mis colmillos se encajan primero en una de sus mejillas de donde arranco un buen trozo ante sus gritos. Gruño de nuevo y conecto mis ojos con los suyos, dejando que mire ese brillo de ira y venganza antes de seguir mordiendo su cara y cabeza, disfrutando en verdad el matarlo, algo que está muy mal, pero que no me arrepiento, él intento dañar a mi hermana y eso no lo dejaría pasar jamás, mi loba es despiadada cuando quiero y el rencor de recordar que no pude hacer nada por mis padres es algo que en estas situaciones me domina y dejo que la venganza reine en mí. Entre gritos ahogados por su propia sangre y espasmos de su cuerpo intentando alejarnos, no lográndolo evidentemente, dejo su cara hecha jirones antes de morder su estómago, dejando que su contenido se riegue, y alejarme unos pasos, rengueando con la para izquierda. Gimo un poco de dolor pero mi atención de inmediato va a mi hermana con su pelaje blanco manchado de sangre por varios lados, temiendo que sea suya la reviso rápidamente, oliendo por todos lados, pero una de sus orejas llama mi atención… esa marca negruzca evidencia lo que paso. Me acerco y lamo su herida de la oreja repetidas veces, buscando calmar el probable dolor como de niñas, como siempre — Debes comer… no pienses, solo come... lo necesitarás, come — le digo de forma firme antes de hacerlo con la cara del humano que queda reducido a un simple cadáver. El sabor de la carne humana siempre ha sido maravilloso aunque con ese dejo de culpa que me deja cuando se trata de un inocente, pero este no lo era para nada, era él o nosotras y eso para mi es fácil. Aprovecho la ocasión y me alimento más de aquel festín debajo de su pecho por varios minutos, antes de alejarme y sentarme con cuidado, lamiento mi propia herida en la pata, sientiendo apenas un poco de alivio.

Un poco mas lucida miro alrededor y al ver el cuerpo de la rubia me acerco a paso lento y temeroso en realidad. Olisqueo a su alrededor y el aroma de algo venenoso es evidente. Su hombro parece la fuente pero me tranquiliza un poco el aún escuchar su corazón y su respiración aunque algo trabajosa. A pesar del dolor me transformo de nuevo en humana antes de quitar las ropas de algunos cazadores para tapar mi desnudez antes de mover con cuidado a la cazadora para ponerla boca arriba. No sé por qué pero quiero creer que ella no tuvo que ver con este ataque que casi acaba conmigo y mi hermana, le quiero dar un voto de confianza pues al final acabo mal también. Sin mucho trabajo la acomodo contra un árbol antes de acercarme a Dalia — Es suficiente... deja eso y ayudame, debemos llevar a tu amiga al servicio médico... la envenenaron y no se exacto con qué mierda. Vistete con lo que encuentres — digo mientras hago un torniquete, con un trozo de playera que corto con mis colmillos, en mi brazo sobre el roson de la bala para evitar que la plata siga quemando mas arriba. Lista para abandonar el lugar tal como está... después tendré que hablar con el señor LeBlanc sobre este ataque.

Los gritos del cazador completamente destrozado en mi forma humana hubieran sido desgarradores, pero el estado de euforia de un lobo transformado es tal que incluso solemos ignorar nuestros propios designios e ideales. Lo recalcó por que siempre he sido la Hippie de la manada, no me atrevería a decir que la más conectada con su naturaleza antigua, pero algunas de mis habilidades me permitían sentir a los seres vivos de una manera que otros no, de formas que incluso un lobo ignoraría; y aún así me veía mi misma mordisqueando y llenando mis fauces del la sangre cálida del animal. La furia de Danielle me alentaba a seguir clavando mis caninos y arrancando trozos de carne de su mano, de su abdomen y encajar mis garras en su pecho hasta que este dejo de retorcerse y gemir de dolor.

El frenesí termino, y mi cuerpo se sintió algo cansado. Las heridas de la plata comenzaron a doler, mire a Danny, con su pelaje negro azabache, sus fauces llenas de sangre me hicieron volver en mí. Intenté limpiar el líquido rojo que me cubría y al ser un pelaje blanco me hacía ver como una autentica asesina, lo cual era obviamente, me sentí perturbada y observé el cadáver del cazador, prácticamente destrozado; recibí las caricias de mi hermana justo en ese momento, lamidas llenas de ternura y sobre-protección que calmaron el ardor de la herida de bala en mi oreja. Sus indicaciones fueron simples, y sí, era muy cierto que la carne humana era mucho mejor que desgustar a cualquier animal, pero, ya sentía suficiente culpabilidad por acabar con la vida de tantos humanos en una sola tarde. Tres almas perdidas, 3 misiones fallidas ¿Qué me diferenciaba de un vampiro sii comía de la carne de un humano? Me quejé un pequeño gemido. Veía a mi alfa comer lentamente, pero yo lo reaccione, y estuve congelada unos minutos, como un niño frente al plata de verduras, luego decidí hacer el gesto de que comía, pasando la lengua por la carne del cazador, haciendo incluso un poco de ruido; en el fondo sabía que aquello no pasaría desapercibido y gracias a la luna Dany se distrajo lo suficiente como para no notarlo.

Levante mis orejas al escuchar la voz de Danielle, olfatee al rededor y no tarde en ver el cuerpo de la cazadora convaleciente en el suelo. Aún se podía escuchar su corazón latir, pero su respiración en débil. Camine lento aún en  mi forma lobuna y me acerqué a Hawk luego de que mi hermana le hubiera hecho el torniquete. Le negué con la cabeza, dudaba que la cazadora quisiera ir a un servicio de asistencia medica, además no sabría como explicarle a quien sea como había sido envenenada. Aullé a Danny intentando decir que esperáramos un momento más. Miré a la rubia y lamí su rostro con delicadeza, un acto seguramente si esta hubiera estado consciente repudiaría, pero aún así me tome la libertad de hacerlo. Su respiración lenta me preocupaba, seguramente si no hacíamos algo ahora ella no llegaría ningún servicio asistencial, menos si se trataba de veneno. Había solo una manera de ayudarla.

Acomodé mi figura lobuna alado del cuerpo de la cazadora, me hice una especie de ovillo en su brazos, logrando que cada punto vital de su cuerpo este en contacto con el mio. Seré los ojos y comencé a sentir el corazón Hawk, centrarme en ese latido débil y lento, en la respiración pausada, en el dolor que se le acumulaba en la piel, y poco a poco sentí como una aura se expulsaba de mi cuerpo, podía ver el color de la cazadora, y las heridas que la cubrían. Absorbí cada unas de aquellas auras negras de dolor, este se transformaba y poco a poco podía sentir su corazón retomar el ritmo normal, como una melodía en ascenso, hasta combinarse con mis propios latidos. Aulle apenas el dolor llegó a mi sistema, me apretaba el pecho y quemaba mis venas, aunque solo fuera una sensación se sentía como su fuera real. Cansada paré unos segundos. Justo en el momento en que la respiración y el corazón de la cazadora se normalizó y hasta puedo jurar que le vi abrir sus ojos azules por un segundo.