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    Doing good deeds [Astrid F. Nilsen]

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    Mensaje por Soren B. Mäkelä Sáb Feb 04, 2017 4:10 pm

    Esa tarde me había tocado pasármela haciendo en cierto modo de canguro. Había tenido que evitar que una familia acabase en tragedia, desconocía si algún demonio tenía algo que ver o no, aunque no me sorprendería. El padre había tratado de asesinar a su esposa, y la niña de cinco años estaba delante durante todo el suceso. Por suerte llegué a tiempo para evitarlo, y tan rápido como había llegado me había ido. Los vecinos asustados por los gritos de la mujer habían llamado a la policía, y se habían llevado detenido al hombre. La mujer y su hija estaban ahora en el hospital, hablando con un psiquiatra y la policía del suceso.

    Les había seguido, en cierto modo no sabía para qué si mi misión ahí ya había concluído. Supongo que estaba preocupada por la niña, era muy pequeña para casi presenciar un asesinato Proferí un largo suspiro. Pocos días podía relajarme, y reconocía que no hacía ni una enésima parte de lo que conseguía hacer mi hermano. Me preguntaba de donde había sacado tanta eficiencia. Los humanos eran extrañamente débiles. y si un demonio les tentaba a hacer el mal les resultaba incluso más sencillo. Por éso mismo no podía pasar ni un día sin hacer nada, y realmente, ¿Para que servía todo éso? Nuestro existencia era un mito, y seguiría siéndolo durante los siglos venideros. Mi existencia resultaba repetitiva, todos los días eran iguales, y sería así durante toda la eternidad. ¿Cómo podía no desanimarme con todo éso? Era un martirio. Había sido entrenado para ayudar a los humanos, y combatir demonios, y sin embargo ese trabajo que la mayoría de ángeles hacen de buena gana se me quedaba grande.

    Mientras me dirigía al hospital, pensé en que le pasaría al padre. Posiblemente fuera a la cárcel, no había llegado a hacer nada pero por muy poco. Sin embargo en poco tiempo, al menos del mío, estaría fuera. Y quien sabe si no lo volvería a intentar. "Soren, deja ya el tema, joder", no paraba de decirme una y otra vez a mí mismo.

    En unos minutos llegué al hospital, había un coche de la policía fuera. No estaba abarrotado, no olvidemos que la población en Oslo no era precisamente muy grande, y quien vivía ahí ya se había acostumbrado al tiempo. En la sala de espera había dos personas, parecían pareja por la forma en la que se abrazaban.. El hospital no era muy grande, lo cual era de agradecer. No era muy amigo de los hospitales, eran lugares que apestaban a muerte y, ángel o no, no me agradaba. Yo en mi caso tenía un sentido mucho más agudizado de lo que sentían los mortales, así como poder para controlarlos, por lo que allí dentro podía sentir preocupación, dolor, y casi todo tipo de sentimientos negativos. Sin embargo entre toda esa maraña, pude notar un tenue sentimiento positivo. Pensé que tal vez no era el único ángel allí, ya que esa emoción se parecía mucho a las nuestras. Pura y compasiva.

    Seguí el rastro hasta dar con la persona que emanaba esos sentimientos. A ciencia cierta, no supe distinguir si era una mortal o un ángel. La chica parecía brillar con luz propia, lo cual era una peculiaridad que solíamos tener nosotros. Tal vez fuese una humana con buenos sentimientos. En cualquier caso, de ser un ángel habría notado mi presencia nada más entrar en el hospital. Me quedé un poco embobado. Era una chica increíble en todos los sentidos. Me acerqué hacía donde se encontraba, cercana a una de las habitaciones. Eché un ojo por la puerta entreabierta, había una anciana dentro tumbada sobre una de las camas. Tal vez sería un familiar. Con una sonrisa y tartamudeando un poco, dije. - Hola... ¿Tú y yo nos conocemos? - Pregunté, indagando un poco para averiguar si era como yo... O no. "Tranquilízate Soren. Solo es una chica. Ni que no hubieses hecho ésto antes", me gritaba la vocecita dentro de mí. Era estúpido, ¿por qué estaba tan nervioso? Lo único que veía a mi poder en ese momento era que podía evitar que la chica saliese corriendo por mi poca labia. Había algo extraño en ella, e iba a averiguar que era.
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    Mensaje por Astrid F. Nilsen Jue Feb 09, 2017 5:47 pm

    La señora Solberg era una joven de setenta y tantos años, más animada y llena de vida que muchos de aquellos a quienes doblaba en edad. Era muy buena jugando a los naipes y tenía una colección infinita de historias que contar, cada una más interesante que la anterior. Conociendo sus virtudes, a veces era inevitable que me preguntara por qué su familia no la visitaba con más frecuencia, pero ¿quién era yo para juzgar? Seguramente tenían vidas ocupadas y no podían hacerse con el tiempo necesario para dedicárselo a la anciana. Y era por eso que yo estaba allí en ese momento, aún cuando mi turno había terminado oficialmente.

    Su habitación solía ser la última en mi recorrido, pues cada vez que la visitaba salía de ella sintiéndome mejor que cuando había entrado. Tenía un talento especial para hacerme reír, y eso era algo que a veces necesitaba desesperadamente al final del día. En esa ocasión se encontraba especialmente animada, pues había recibido la noticia de que pronto se iría a casa si todo marchaba según lo esperado. Me sentía muy feliz por ella, claro está, pero debía reconocer que iba a echar de menos sus ocurrencias, sus consejos, y sus promesas casi diarias de presentarme a uno de sus nietos. Bueno, eso último no tanto; Con sólo dieciocho años, contraer matrimonio no era algo que figurase entre mis prioridades, pero de todos modos me parecía dulce que quisiera convertirme en parte de su familia.

    Llevábamos juntas un buen rato cuando comenzamos a notar un nivel de actividad inusual para nuestro pequeño hospital. Algo estaba pasando, y teníamos que saber qué era. Caminé por los pasillos del hospital recogiendo información cual piezas de un rompecabezas, hasta que pude hacerme una idea bastante concreta de lo que había ocurrido. Según los rumores, un padre de familia había intentado asesinar a su esposa frente a la hija de ambos, una pequeña de apenas cinco años. Lo único que evitó la tragedia fue la valiente intervención de un hombre, que se retiró de la escena antes de que llegara la policía.

    Me detuve un momento a pensar en esa persona, ese héroe que había salvado dos vidas poniendo en riesgo la suya. Sentía una enorme admiración y gratitud hacia él, y sólo esperaba tener ese mismo valor si algún día me veía en una situación similar. Estaba a punto de entrar nuevamente a la habitación cuando un joven se acercó a hablar conmigo, portando la sonrisa más hermosa que jamás había visto. Mis labios respondieron a ella de inmediato, curvándose de manera similar, pero eso fue todo lo que pude hacer durante un par de segundos. Eso y enfocarme en su mirada, tratando de ver lo que había allí. Algo me decía que estaba frente a alguien especial, aunque no supiera muy bien por qué.

    Asumí que estaba allí para visitar a la señora Solberg, y seguramente quería saber qué hacía yo parada junto a la puerta de su habitación. Pero ¿nos habíamos conocido antes? Buena pregunta. Era curioso; No recordaba haberle visto en mi vida, pero tampoco sentía que estuviese hablando con un completo desconocido. Lo único que sabía a ciencia cierta es que no podría haber olvidado una sonrisa como esa - Si así fuera estoy segura de que te recordaría - le aseguré mientras negaba con la cabeza, sin dejar de sonreír. ¿De veras, Astrid? Un simple "no lo creo" hubiese sido más que suficiente -  Quiero decir, tengo buena memoria, ¿sabes? - agregué enseguida, de forma tan casual como pude. Solté una risita algo nerviosa, y no me hizo falta un espejo para saber que mis mejillas estaban adquiriendo un color más intenso que el habitual - De acuerdo, permíteme presentarme. Soy Astrid, trabajo aquí como voluntaria - dije finalmente (sí, sonriendo), mientras le ofrecía la mano para que pudiera estrecharla.
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    Mensaje por Soren B. Mäkelä Lun Feb 13, 2017 4:37 am

    Algunas personas comenzaron a moverse por los pasillos, al fin y al cabo por muy pequeño que fuera el hospital, seguía siéndolo. Una mujer con una bata blanca entró en una habitación cercana, dirigiendonos una mirada de curiosidad a nosotros. Seguramente se preguntaría que estaríamos dos jóvenes allí. Tal vez creería que éramos familiares de la madre e hija que había rescatado ese día, por llamarlo de alguna manera. Realmente no me veía como ningún heróe, al fin y al cabo era mi único y exclusivo trabajo, ¿No?

    La joven no tardó en contestar a mi pregunta dejándome claro que no sabía quien era. Éso me confirmó que no era como yo. Sin embargo, era el ser mas puro que había conocido hasta el momento, hablando en todas las formas posibles. Por una vez, estaba bastante nervioso, y no quería liarla como acostumbraba a hacer tarde o temprano. - Sí, supongo que tan solo han sido imaginaciones mías. - Comenté con una sonrisa de oreja a oreja. Me hizo gracia la respuesta de la muchacha, casi conseguía subirme el ego. Yo estaba tan ensimismado realmente que no pensaba de esa forma, pero de haber sido otra persona posiblemente me lo hubiese tomado automáticamente como un piropo. Además, la forma como excusó sus anteriores palabras dibujó una sonrisita sincera en mi rostro. Se notaba que la chica estaba un tanto inquieta. No me hubiese hecho falta tener un poder para saberlo. - Encantado de conocerte, Astrid. Es un bonito nombre. - Añadí casi automaticamente. Tenía la imprensión de que era la primera chica que conocía con ese nombre. No era como si hubiese conocido muchas, pero éso me llamó la atención. 

    Sonriente dije. - Yo soy Soren. No trabajo como voluntario, pero estaba aquí para ver... - Pensé durante un segundo bien que decir. Después, me aclaré la garganta carraspeando. - A un familiar. -  Esperaba que no se diese cuenta de que era una mentira. No podía revelar mis verdaderos propósitos a los humanos, aunque fuese una tan inusual como ella. No iba a negar que me llamaba la atención, y era... Bueno, no se diferenciaba mucho de un ángel. - Trabajar de voluntario supongo que tiene que ser duro. - Dije en un nuevo intento de saber que se le pasaba por la mente a esa particular chica. Era extraño, la acababa de conocer prácticamente, pero tenía la impresión de que no iba a ser la última vez que la viera. Y sinceramente, yo no pretendía tampoco dejar que eso sucediera.

    Mi sonrisa se borró cuando vi que la madre e su hija se dirigían hacía donde yo estaba. No estaba entre mis planes dejar que me vieran y ser el nuevo héroe anónimo de Oslo así que me moví ligeramente hacia un lado para quedar tapado por una columna con una mueca en los labios. Traté de aparentar que simplemente me apoyaba para estar más cómodo, sin embargo quizás tuviese que salir corriendo en caso de que me vieran. Me negaba a que me hicieran preguntas, ¿Qué preguntas le harías a un ángel? Mi misión era más que clara. Aclarándome la voz, dije. - ¿Qué tal si te invito a un café ahora? Veo que los pasillos están bastante animados. O si estás aún trabajando podría acompañarte. Si tú quieres, claro. - Me preguntaba que estaría pensando Astrid de mí. No podía hablar con tranquilidad allí, y tal vez mi empeño por permanecer con ella un rato más no fuera bien recibido. Estaba nervioso, y no sabía muy bien porqué. Tal vez era por su presencia, o por el hecho de la situación en la que me vería metido en caso de que me descubrieran. O ambas cosas, en cualquier caso quería continuar la conversación.
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    Mensaje por Astrid F. Nilsen Vie Feb 17, 2017 2:02 pm

    Mi sonrisa se ensanchó al máximo cuando le oí decir que mi nombre era bonito. Claro que esa es una frase común cuando se trata de presentaciones, pero viniendo de él se sentía auténtica como nunca antes - Gracias, es un placer conocerte... - y dejé la frase en el aire, en espera de que él me dijera su nombre. Soren. Todo el personal del hospital podría haber estado mirándonos sin que yo lo advirtiera, pues el joven que tenía enfrente se había apoderado de mi atención por completo. Mi mirada se negaba a apartarse de la suya, y por primera vez en mi vida estaba estaba experimentando eso a lo que llaman perderse en los ojos de alguien. Y es que los ojos de ese alguien eran cálidos y sinceros, así como lo era su sonrisa. Nunca fui de dejarme llevar por primeras impresiones, pero no podía evitar pensar que podía confiar en Soren. Había algo en él que resultaba tan luminoso, tan inocente, tan... puro. Por lo pronto, agradecí mentalmente que no hiciera ningún comentario sobre mi torpe presentación.

    - Oh, lo siento, espero que todo marche bien. Si hay algo que pueda hacer por ti o tu familia sólo tienes que decírmelo - dije después de escuchar que estaba en el hospital para visitar a uno de sus parientes. Normalmente le hubiese preguntado de quién se trataba, pues conocía a buena parte de los pacientes, pero esa pequeña pausa me dijo que era mejor no profundizar en el tema. Tal vez le dolía hablar de lo que su familia estaba viviendo... o tal vez no estaba siendo del todo sincero, algo que era totalmente comprensible. ¿Y qué si era él quien estaba enfermo? Sería imposible culparlo por no querer compartir algo como eso con una (casi) desconocida.

    Le dediqué una sonrisa mientras se dirigía a mí una vez más, esta vez para hacerme una pregunta sobre mi trabajo en el hospital - Lo es, algunos días más que otros. Pero realmente lo vale - afirmé con total honestidad. Iba a seguir hablando cuando la sonrisa abandonó el rostro de Soren de manera repentina, y su actitud cambió de forma tal que logró llamar mi atención. Eché una rápida mirada a nuestro alrededor, y lo único que vi fue a una mujer que caminaba junto a una niña de unos cinco años, probablemente su hija. Vamos, que después de tantos rumores podía decir con bastante seguridad que sabía de quiénes se trataba. Según tenía entendido, sólo dos personas tenían motivos para ocultarse de esa madre y su pequeña, y una de ellas había sido detenida por la policía. ¿Era posible que la otra estuviese junto a mí en ese momento? De ser así, esperaba que no adivinara en qué estaba pensando, pues lo que menos deseaba era hacerle sentir incómodo. Me apresuré a apartar esas ideas de mi cabeza, aún cuando no me parecían descabelladas.

    La invitación de Soren me tomó por sorpresa, pero no tanto como la respuesta que estaba a punto de darle. Sí, quiero que te quedes conmigo. Quiero saber más sobre ti, quiero que me digas quién eres. No utilicé ninguna de esas palabras, por supuesto, pero no por eso dejaban de ser ciertas - ¿Has dicho café? Cuenta conmigo - respondí, con más entusiasmo del que esperaba. Acababa de darme cuenta de que había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había comido o bebido algo, y si no arreglaba eso comenzaría a sufrir las consecuencias muy pronto - Solo tengo que tomar unas cosas y despedirme de una amiga, será apenas un minuto - dije, sonriendo una vez más -  Pero puedes acompañarme si quieres - le ofrecí antes de entrar en la habitación de la señora Solberg.
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    Mensaje por Soren B. Mäkelä Miér Feb 22, 2017 12:09 am

    Le dediqué una ancha sonrisa a mi compañera. - El placer es mío, señorita. - No solía conocer jóvenes tan cálidas muy a menudo. Me pregunté cual sería su edad, por el aspecto debía rondar los 20, desde luego no aparentaba tener más años. Esperaba no estar sonrojado, de verdad lo deseaba de corazón. Astrid conseguía que se me acelerase el corazón, cosa que nunca antes alguien había logrado. Había algo, no sabía que. Su sonrisa, sus ojos, su actitud... No estaba del todo seguro. Tal vez fuesen todas ésas cualidades juntas. 

    - No es necesario. - Comenté con una sonrisa llena de calidez. - Pero gracias. Siempre está bien saber que hay alguien dispuesto a ayudar. - Seguramente de haber podido leerme los pensamientos habría descubierto mi mentirijilla. Aunque, por otro lado, éso era lo que menos me importaba ahora. Parecía estúpido, pero me sentía extrañamente bien. Era una sensación distinta, algo que no podía describir con palabras y me hacía preguntarme exactamente que era. Después de varios siglos en la tierra, pensé que ya no me quedarían más emociones por experimentar. Parecía que no estaba en lo cierto.

    Me quedé un poco embobado mirando a Astrid sonreír. Tenía una sonrisa angelical. La chiquilla por la manera en la que hablaba de su trabajo como voluntaria, parecía sentirse a gusto con ello. De repente me sentí mal en cierto modo. Yo a menudo me quejaba de mi trabajo, si bien era agotador y había días que ocupaba gran parte de mi tiempo, también era reconfortante. Mi hermano sí se sentía a gusto ayudando a los mortales, sin embargo ese no era mi caso. Quería hacer cosas diferentes, algo que no implicase tanto al prójimo. Algo que me implicase a mí. Sin embargo... El mal no descansaba. No podía permitírmelo. - Estoy seguro de ello. Tal vez debería dejarme caer más a menudo por aquí... - Comenté con una sonrisa divertida, volviendo en mí mismo. 


    Miré de reojo hacia uno de los lados, vigilando si por algún casual alguien salía de la habitación donde habían entrado los médicos acompañados de madre e hija. Parecían estar bien, eso me alegraba. Devolví mi atención a mi compañera. Me pregunté que era lo que acaba de pasar por la cabeza de Astrid para que mi propuesta de ir a por un café le produjese esa sensación de felicidad. Era agradable en cierto modo saber como se sentía la otra persona, al menos cuando tenía sentimientos tan puros. - Vaya, no me imaginaba que un café pudiese inspirar tanta ilusión en alguien. - Comenté con una sonrisa de oreja a oreja. Desde luego esa chica rebosaba vitalidad. Otro punto a favor. Aunque el lugar realmente no fuese el más acertado para el encuentro estaba gratamente... Sorprendido. El día posiblemente no fuese a ser tan monótono al fin y al cabo, Astrid me llenaba de curiosidad. - Claro. Será un placer - Contesté a su invitación. No iba a negar que también quería descubrir a que clase de personas trabajaba la joven en su labor como voluntaria. ¿Niños?, ¿Ancianos? Dejé que la señorita entrase en primer lugar, después la seguí detrás. Estaba bastante cortado, tal vez no había sido la mejor idea entrar. 

    Una vez dentro pude ver a una anciana, que a pesar de su edad, habría jurado que tenía un alma joven. A menudo me entristecía ver como con el paso de los años, los mortales se estropeaban, tanto moralmente como físicamente. Sin embargo esa mujer no se había dejado marchitar en espíritu por el paso del tiempo. Éso era algo que los ángeles podíamos ver, y a día de hoy todavía no estaba muy seguro de que me servía. - Buenas tardes. - Dije con una sonrisa saludando a la anciana. La longeva mujer me echó un breve vistazo, y sonrió. "Buenas tardes, hijo", dijo con una voz agradable. Después miró a Astrid con complicidad. Me preguntaba que era lo que podía estar imaginando esa longeva mujer, seguro que era algo realmente interesante.
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    Mensaje por Astrid F. Nilsen Sáb Feb 25, 2017 11:34 am

    ¿Cómo podía sentirme tan a gusto y tan nerviosa al mismo tiempo? Nunca había experimentado algo parecido, pero tampoco había conocido a alguien como Soren. Estaba cada vez más convencida de que me hallaba ante la presencia de un ser realmente excepcional. El joven estaba envolviéndome en su luz, encandilándome con su sonrisa, y eso se sentía ridículamente bien. Pero lo mejor de todo era que él no parecía tener idea de lo que estaba haciendo, del efecto que estaba causando en mí. Me pregunté si alguna vez le habían dicho que era una persona hermosa, pues eso era todo lo que podía pensar al ver la forma en que se comportaba conmigo. No me hubiese sorprendido en absoluto que él fuera el héroe del día después de todo.

    - De acuerdo, avísame si cambias de opinión - dije mientras mi pulso se aceleraba en respuesta a la expresión de su rostro. No creí que su sonrisa pudiese ser aún más cálida, pero por lo visto estaba equivocada. Incliné un poco la cabeza, sosteniendo su mirada, sintiendo cómo la mía se llenaba de dulzura. No podría haber dejado de sonreír ni aún intentándolo con todas mis fuerzas; Afortunadamente, tampoco era algo que quisiera lograr - Sí, deberías. Estoy segura de que harías un gran trabajo aquí - respondí con entusiasmo, y de veras creía en mis palabras. Podía imaginar que la mera presencia de Soren tenía el poder de hacer sentir mejor a la gente. Después de todo ¿no era eso lo que estaba haciendo conmigo?. Estaba feliz, y él podía notarlo.

    Nunca fui buena para ocultar mis sentimientos; Todo aquél que me conociera podía dar fe de ello. Sí, estaba feliz, pero no precisamente por el café. La verdadera razón de mi felicidad era estar en el mismo lugar que él, en el mismo momento.
    - Bueno, ya sabes lo que dicen: tenemos que disfrutar de las pequeñas cosas de la vida - dije con una sonrisa, las mejillas teñidas por un leve rubor. Lo curioso es que lo que estaba pasando no me parecía algo pequeño, sino una de las cosas más grandes que me habían ocurrido en la vida. Y ni siquiera sabía por qué.

    Me alegró que Soren decidiera entrar a la habitación conmigo, algo que muchos hubiesen preferido evitar - Ya estoy de regreso, señora Solberg - anuncié con una gran sonrisa, aproximándome a la cama de mi amiga - Éste es Soren, y si tengo suerte no será la última vez que lo vea por aquí - añadí luego, justo antes de advertir la forma en que me estaba mirando la pícara anciana. Sabía perfectamente en qué estaba pensando, pues solía echarme esa misma mirada cada vez teníamos la compañía del sexo masculino. Sin embargo, esta vez fue diferente, porque en ninguna otra me había puesto roja como un tomate. Casi salí disparada a buscar mis cosas, que se encontraban sobre la silla que reposaba junto a la cama. Me eché mi bolso al hombro, y apreté contra mi pecho unos cuantos libros infantiles y un par de dibujos que los niños del hospital habían hecho para mí.

    - Ya debo irme ¿de acuerdo? Todo está bien allá afuera, hablaremos de eso mañana - le aseguré a la señora Solberg, aunque sabía bien que había un tema que le interesaría mucho más que el intento de homicidio. "De acuerdo, querida" respondió la anciana mientras me inclinaba para darle un abrazo. Me estaba separando de ella cuando me detuvo un momento y me hizo un guiño, dejando en claro que mi acompañante se había ganado su aprobación. No pude evitar sonreír, y aún estaba haciéndolo cuando regresé junto a Soren, lista para salir de allí con él.
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    Mensaje por Soren B. Mäkelä Mar Mar 14, 2017 4:16 pm

    Pensé en lo que había dicho Astrid, ¿Éso se alejaba de mi misión? Puede que no, realmente. Tal vez... Podría pasarme alguna que otra tarde por el hospital y ayudar a los enfermos. Con una ligera sonrisa, le respondí. - Puede que... Me tome unos días libres y venga como voluntario. Normalmente no tengo mucho tiempo para ello, pero tal vez ayudar aquí una temporada me siente bien. - Mentira no era. Compaginaba mis tareas con la música, lo cual no era precisamente fácil. Tenía suerte, en Oslo no había una criminalidad demasiado alta, y realmente no me había topado todavía con ningún demonio. Sabía que había, al menos uno, ya que en ocasiones anteriores lo habían dejado claro, sin embargo no era tanto trabajo.

    Vi como Astrid se ruborizaba al hablar, todo por un café, y no pude evitar pensar que así estaba incluso más dulce, ¿Qué era exactamente lo que ella tenía? Sentía en cierto modo un instinto protector con ella. Era humana, sí, pero en esa ocasión no quería defenderla por éso, sino por como era ella. Era tan cálida, que algo así no debía echarse a perder. Casi ni había escuchado lo que me había dicho, de lo embobado que estaba. - Creo que tienes razón. - Dije finalmente.

    Sonreí de oreja a oreja ante el comentario de Astrid, un poco sorprendido por lo que significaban esas palabras, además que... Nunca habría imaginado que fuese ella la que dijese algo así. Con ello dejaba claro que quería volver a verme. Había sido un comentario atrevido, pero realmente era algo que yo también deseaba. Esperaba que esa no fuese la última vez que nos viésemos, y mi instinto me decía que no lo sería... Llevaba todo el día atontado, pero en ese momento me sentí fuera de mí. El resto había dejado de importar. Solo me importaba el aquí y el ahora.

    Una vez Astrid recogió sus cosas y se despidió de la buena mujer, volvió hasta donde estaba yo. - Un placer haberle conocido, señora. - Dije nuevamente con una sonrisa justo antes de salir. Esa mujer tenía aspecto de ser una buena persona, su aura me lo decía. En los humanos podía encontrarse casi cualquier tipo de aura, desde algunas corrompidas hasta un punto de ser similar a la de un demonio o vampiro, hasta unas casi completamente puras, como era el caso de Astrid o la señora Solberg. Me preguntaba que aspecto tendría mi aura, ¿Sería similar a la del resto de ángeles? Podía ver las del resto de gente, y sin embargo la mía propia era todo un misterio. No era precisamente como el resto, sin embargo de haber maldad en mí ya no podría seguir siendo un ángel... Por lo que lo más seguro es que sí fuese un aura igual a la de los demás.

    Me fijé en que ella llevaba unos cuantos dibujos, ¿Se lo habrían hecho niños del hospital? Debían quererla mucho... No me cabía la menor duda de que Astrid era una persona increíble. Dulce y de buen corazón. La luz que radiaba hacía que mi corazón palpitase a mayor velocidad que de costumbre. Parecía una estupidez, pero... Podría ser que... ¿Sintiese algo por ella? En los ángeles esas cosas se veían amplificadas por alguna razón, tal vez lo que un humano tardase semanas en deducir, yo en pocos minutos lo averiguase. Nosotros habitualmente teníamos solo relaciones esporádicas, y tenían que ser por amor. Tal vez esa fuese una señal. De repente, traté de quitarme eso de la cabeza. "Es una humana, ¿Cómo puedo estar pensando ésto?". Ella llegaría el día que moriría, y yo sin embargo no. Debía tratar de pensar en otra cosa. Me aclaré la garganta para hablar. - Parece que las dos os lleváis muy bien. - Comenté una vez fuera de la habitación en la que se encontraba la anciana. Me preguntaba si la conocía desde hacía ya mucho tiempo o no, ya que parecían ser lo suficiente confidentes como para llevar ya tiempo. - ¿Hace mucho que vienes a visitarla? Cualquiera diría que sois familia... - Comenté sonriente mientras caminaba hacia la salida del hospital. Seguía alerta, pero mucho más relajado. Estaba seguro de que no me toparía con nadie que me reconociese.
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    Mensaje por Astrid F. Nilsen Dom Mar 19, 2017 3:02 pm

    Y así, de un momento a otro, mi mundo había cambiado para siempre. Podría pensarse que era una locura, una tontería, algo imposible... pero lo que menos hacía en ese momento era pensar. Mi corazón había tomado control de la situación y yo no planeaba oponer resistencia, sino todo lo contrario. Iba a dejar que me guiase, porque al parecer sabía algo que mi mente era incapaz de concebir. No podía pensar que después de ese encuentro ya nada volvería a ser lo mismo, pero podía sentirlo en cada fibra de mi ser.

    El corazón me dio un vuelco dentro del pecho cuando Soren dijo estar pensando en trabajar en el hospital. Me quedé un momento con la boca abierta, tratando en vano de empujar las palabras que habían quedado atrapadas en mi garganta.
    - ¿De... de veras? Eso sería... ¡Eso sería grandioso! - exclamé al fin, con una alegría imposible de ocultar. Había intentado reclutar voluntarios para el hospital en muchas ocasiones, recurriendo a distintos argumentos e incentivos, pero solo uno de los posibles candidatos había aceptado la invitación... y no había pasado del primer día. Por lo tanto, lo más sensato hubiese sido no hacerme demasiadas ilusiones. Sin embargo, cualquier rastro de sensatez me había abandonado varios minutos atrás. Estaba simplemente encantada, y es que no había necesitado más que un par de frases para que Soren se propusiera buscar el tiempo necesario para convertirse en voluntario, aún cuando le resultara difícil. Podría haberle dado un abrazo en ese mismo momento, pero reprimí ese impulso antes de volver a hablar - No te arrepentirás, te lo aseguro.

    Después de mi comentario sobre el café hubo unos segundos de silencio, durante los cuales nos quedamos mirando y sonriendo como un par de tontos. Cuando él finalmente respondió no pude evitar reír de manera algo nerviosa, quizá para sacudirme la sensación de que se estaba produciendo algún tipo de conexión entre nosotros. Eso era una locura. "No lo crees realmente, ¿cierto, Astrid?" No, claro que no. Pero eso no significa que no lo sintiera.

    Sí, quería que volviésemos a vernos, mucho más de lo que yo misma me atrevía a aceptar. Lo que había visto de él hasta el momento sólo hacía que quisiera saber más y más. Claro que debía tener sus defectos, como todo el mundo, ¿no es cierto? Pero estaba convencida de que su esencia era tan, tan buena... ¿Cómo no desear su compañía? Su sonrisa era algo de otro mundo, y sus ojos... por todos los cielos, sus ojos eran tan bonitos... No iba a ser fácil apartarlos de mi mente, de eso podía estar segura. Su dueño iba a ocupar buena parte de mis pensamientos, al menos en un futuro cercano.

    Caminé junto a Soren hacia la salida del hospital, mirándole de tal manera que podría haber chocado con cualquier cosa o persona que apareciese en mi camino. Me sentía ligera, casi como si mis pies no tocaran el suelo. Saludé con una sonrisa y un gesto de la mano a varios empleados que se encontraban en la recepción, y luego respondí a la pregunta de mi compañero - Hace un par de semanas, pero nos entendimos muy bien desde el principio. No me molestaría que me adoptase, nunca puedes tener demasiadas abuelas - dije, bromeando a medias. Era fácil hablar con Soren, lo cual no ayudaba a quitarme la impresión de que éramos algo más que completos desconocidos. En cualquier caso, no permitiría que siguiéramos siéndolo mucho tiempo más - Pero suficiente sobre mí por ahora. Dime... tres cosas sobre ti, lo que sea - le pedí con una sonrisa, pues no quería comenzar con las típicas preguntas de rutina. Me parecía mejor que él escogiera qué cosas quería compartir conmigo, eso me diría más sobre él y su personalidad que casi cualquier otra cosa.
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    Mensaje por Soren B. Mäkelä Dom Abr 16, 2017 6:01 pm

    Miré durante unos momentos a Astrid a los ojos. Detrás de ellos se escondía mucho más. Con cierto miedo de que me hubiera sonrojado o lo hiciera, desvié la mirada. Me preguntaba si era algo mutuo, o solo yo me estaba poniendo tan nervioso de una forma tan tonta. Normalmente era muy avispado y sabía como se encontraban los demás, pero esa no era una de esas veces. Tal vez fuese por los nervios.

    Después de la eufórica reacción de Astrid, me quedó claro que sería una buena idea hacer un voluntariado durante un tiempo. Además, de esa forma tendría una excusa para verla. - Bien. Pues decidido. - Dije con seguridad. - No querría quitarte la ilusión ahora. - Comenté con una traviesa sonrisa entre dientes mientras caminaba despreocupadamente por los pasillos.

    Finalmente llegamos a la recepción del hospital, a escasos metros de la salida a la calle. Ya podía dejar de preocuparme. Al escuchar que a Astrid no le importaría agrandar un poco más su familia dejándose adoptar, se me escapó una risilla. - Tienes suerte. Yo nunca llegué a conocer a ninguna de mis abuelas. Realmente, no me queda más familia que mi hermano. - Dije sin darle mayor importancia al tema. Realmente, no había tenido familia en ningún momento, exceptuando a mi hermano, claro. Tampoco era algo que me atormentase por las noches.

    La pregunta de mi compañera me sorprendió ligeramente. No era algo que la gente me pedía a menudo, que revelara tres datos sobre mí, fueran cuales fueran. - ¿Tres cosas? - Dije con una sonrisa entre los labios, pensando, mientras abría la puerta del hospital para salir a la calle, y la sujetaba hasta que Astrid hubiera salido. - Bien , veamos... - Hice una breve pausa, meditando que debía decir y que era mejor que no. - Soy músico. No es un trabajo con el que gane mucho, pero me da para vivir. - Me encogí de hombros con una leve sonrisa. - Es lo que siempre me ha gustado. - Comenté. Yo nunca me daría a conocer, como solía hacer el resto, alcanzar la fama. Sin embargo, no por ello dejaría de lado mi afición, ya que tampoco podía llegar a considerarlo trabajo,  si la mayor parte del tiempo lo dedicaba al cuidado de los humanos.

    - Más... Bueno, como ya te he dicho tengo un hermano, vive en Estados Unidos. Es médico. En aspecto nos parecemos bastante, pero en el resto... Él siempre ha sido el que sabía actuar y ser amable. No sé explicarlo. - Comenté riendo ligeramente. Mi hermano era quien tenía ansias de ayudar, como si hubiera nacido para ello. Yo me quejaba demasiado para ser un ángel como él. Entrecerré los ojos mientras caminaba, mirando a mi acompañante. - Y sobre el tercer dato... Creo que tendrás que preguntarme directamente que más quieres saber, porque me he quedado sin ideas. - Comenté. Había tantas cosas de las que hablar, que a la hora de la verdad uno no sabía de que podía hacerlo.

    De pronto, me di cuenta de que habíamos llegado a un local en el que ya había entrado otras veces y merecía la pena. - Mira, esa cafetería está bastante bien. Ya he ido más veces. Entremos. - Dije mirándola.  De vez en cuando frecuentaba el lugar, y realmente ponían uno de los mejores capuccinos que había probado hasta ahora. Además, me gustaba como estaba decorado. En el techo había enredaderasy la luz del sitio la producía unas lámparas colgantes.
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    Doing good deeds [Astrid F. Nilsen] Empty Re: Doing good deeds [Astrid F. Nilsen]

    Mensaje por Astrid F. Nilsen Vie Abr 21, 2017 12:14 pm

    La mirada de Soren fue al encuentro de la mía, y durante unos segundos parecí olvidarme de todo, incluso de respirar. Necesitaba sumergirme en esos ojos y a la vez huir de ellos, porque tenía miedo de lo que pudieran descubrir en los míos. Mis nervios iban en aumento cuando Soren rompió el contacto visual, algo que para mi sorpresa solo hizo que mi corazón se acelerase aún más, porque planteaba la posibilidad de que se sintiera tan nervioso como yo. Bueno, por eso y porque había sido un gesto totalmente adorable.

    - Sí, eso sería muy cruel - dije siguiéndole el juego, aparentando seriedad pero dejando ver una sonrisa cómplice justo después. Estaba bromeando, pero lo cierto era que me llevaría una gran decepción si no volvía a verlo en el hospital... o en mi vida. Su actitud me agradaba cada vez más, al igual que la idea de trabajar a su lado y llegar a conocerlo en profundidad. Tenía el presentimiento de que iba a convertirse en alguien muy importante para mí, pero no me atrevía a imaginar cómo y de qué manera.

    Todo lo que tenía que ver con él me parecía encantador, y su risa no fue la excepción. Por desgracia, las palabras que le siguieron estaban lejos de ser motivo de broma. ¿Qué podía responder a eso? Había hablado de manera tan casual... Los nervios no me estaban ayudando, y voy a hacerlos responsables por lo que ocurrió a continuación - Vaya, eso apesta - dije de todo corazón. Ugh - Lo lamento, Soren - Apoyé la mano en su brazo y lo presioné suavemente  - Es bueno saber que se tienen el uno al otro.

    Ya estábamos frente a la puerta del hospital, que Soren se apresuró en abrir y sostener para mí - Gracias - dije sonriente antes de atravesar el umbral, mientras él pensaba en la mejor manera de responder a mi inusual pedido. Bien, aquí vamos. Primer dato: era músico. Segundo dato: Le parecía más importante seguir su pasión que hacer dinero. Era un gran comienzo, y mi rostro se iluminó de inmediato - Entonces es lo que debes hacer.  ¿Cuál es tu instrumento? - pregunté con interés, porque la música también era de vital importancia para mí.

    El siguiente tema del que decidió hablarme fue el hermano que había mencionado momentos antes - Parece que lo admiras mucho -  comenté, enternecida - Tal vez él piense algo parecido sobre ti. ¿Es tu hermano mayor? -  Aún cuando acababa de conocer a Soren, me costaba imaginar que alguien pudiera ser más amable de lo que él estaba siendo conmigo. Tal vez la distancia lo había llevado a crear una imagen idealizada de su hermano o algo por el estilo... hey, un momento. Si su única familia era su hermano, y éste se hallaba en Estados Unidos... ¿quién era el familiar al que había ido a visitar al hospital? Sólo parecían existir dos posibilidades: O bien había muerto en las últimas horas, o nunca había existido. Dios, realmente esperaba que fuera la segunda. Saber que me había dicho una mentira no cambiaría mi opinión sobre él; Incluso me haría gracia que se hubiese delatado tan pronto.

    - Oh, me has dado mucho más que tres datos, pero preguntaré de todos modos - dije con una pícara sonrisa - Bien, déjame ver... ¿tienes muchos amigos? ¿Alguna mascota? -  Lo único que me preocupaba en ese momento era que no tuviese alguien en quien apoyarse, alguien que cuidase de él y lo hiciera sentir bien. Seguramente no era el caso, pero aún así sentí un enorme deseo de ocupar ese lugar. Quizá algún día, si él me lo permitía...

    La cafetería que Soren había escogido era simplemente perfecta. Había pasado frente a ella muchas veces, pero nunca se me había ocurrido detenerme por un café - Claro - respondí con una gran sonrisa, llenándome los ojos con la hermosa decoración del lugar. Entré sin pensarlo dos veces, y sujeté la puerta para que mi compañero pudiera seguirme - ¿Qué te parece si nos sentamos allá? - pregunté, señalando una mesa junto al amplio ventanal que daba a la calle.
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